Columna #224 | Frente a la pantalla por Richard Osuna
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El 2022 se está posicionando como uno de los mejores años, en mucho tiempo, para el cine de terror, donde hoy más que nunca el género con sus características convencionales está quedando de lado para ampliar su visión oscura dentro de sí. Precisamente, Sonríe, la ópera prima de Parker Finn, se añade como una más de las interesantes propuestas que hemos visto no solamente este año, sino quizá en la última década, donde el terror incorpora fuertes elementos psicológicos, volviendo aún más inquietante la historia que nos quiere contar.
La trama sigue a Rose Cotter (Sosie Bacon), una terapeuta que trabaja en una unidad de emergencias psiquiátricas y que pasa largas jornadas atendiendo pacientes. Uno de esos días llega Laura Weaver, quien recientemente presenció la muerte de un hombre y ahora sospecha que está “maldita” y morirá pronto. Lo que Rose interpreta como una psicosis postraumática aguda termina volviéndose más espeluznante cuando la joven se pose frente a ella con una enervante sonrisa y se suicide.
A partir de entonces, Rose comienza a tener alucinaciones y siente que un ente maligno sin forma comienza a perseguirla. Y mientras su vida, como su futuro matrimonio con Trevor (Jessie T. Usher), la relación con su hermana Holly (Gillian Zinser) y su empleo comienzan a derrumbarse, también deberá enfrentar la muerte de su madre (Dora Kiss) cuando era pequeña y que aún la atormenta aunque trata de huir de ello.
Sonríe contiene algunas de las imágenes más traumáticas y perturbadoras del año, capaz de erizarte la piel continuamente. Mientras que su efectiva tensión y excelente sonorización son capaces de hacerte brincar del asiento, la asociación de la narrativa con la psicología y la enfermedad mental tratan de crecer más el relato, aunque de momentos se sienta ligera esta segunda.
Si bien la sonrisa, generalmente, se asocia con la felicidad, también puede ser una expresión para ocultar otros sentimientos. En este caso, Parker Finn, también guionista de la película, utiliza la sonrisa como símbolo de peligro y de que algo terrible está por ocurrir, manteniéndolo como un hilo conductor.
Finn se interesa por volver el terror de Sonríe más extensivo y para ello se apoya en unas maravillosas tomas invertidas y otras más aéreas que provocan mucha más tensión y hacen sentir que el mal de verdad está siguiendo a la protagonista y a otros involucrados.
Actoralmente, resulta un agasajo ver de nuevo a Kyle Gallner, quien interpreta a un policía y expareja de la protagonista, en otra película de terror, pues su amplia filmografía en el género ya lo acercan a ser algo así como scream king. Por su parte, gracias a su buena interpretación, Sosie Bacon lidera con peso la historia; mientras que Caitlin Stasey como la paciente Laura y Robin Weigert como otra terapeuta, pueden helarte la piel.
Quizá lo que le resta a la trama es que en la segunda mitad hay un descenso de ritmo, así como ciertas situaciones que se van volviendo predecibles, sintiendo incluso en la parte final que el relato se está quedando corto ante todo lo que venía contando.
En definitiva, el relato de Rose se desarrolla tan íntimo que podría servir como una ventana a más de un espectador para pensar en la importancia de sanar deudas con los monstruos del pasado. Pero el verdadero potencial de Sonríe reside en su siniestra anécdota y el cómo el espectador puede llegar a sentirse invadido de preocupación por lo que sucederá con un mal sin forma. Y sí, hay que tener un estómago fuerte para enfrentarla.
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