Columna #223 | Frente a la pantalla por Richard Osuna
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El terror es uno de los géneros favoritos en México, ya sea con una tradición de cintas clásicas propias o porque actualmente es uno de los que más se consume a partir de propuestas extranjeras. Por ello, es un gusto que directores como Isaac Ezban busquen alternativas para seguir generando nuestro propio sello en el género, tal como lo hace con Mal de ojo, una cinta llena de folclore y leyendas en torno a las brujas.
La historia sigue a Nala (Paola Miguel), una pequeña adolescente que debe dejar la ciudad, para viajar con sus padres Rebecca (Samantha Castillo) y Guillermo (Arap Bethke) al campo, en busca de una alternativa para la curación de Luna (Ivanna Sofía Ferro), la hermana menor que padece una rara enfermedad.
La familia se hospeda en casa de la madre de Rebecca, Josefa (Ofelia Medina), una misteriosa mujer que hasta entonces no había conocido ni a sus nietas, ni a su yerno. Cuando los padres le anuncian a Nala que deberán irse unos días, y ella y su hermana quedarse en la casa, la joven descubre que su abuela esconde muchos secretos.
Lo que inicia convertido en un cuento con toques de fantasía sobre brujas y con muchos elementos de terror convencional, incluyendo juegos con la banda sonora y jumpscares, poco a poco se va volviendo más siniestro.
Mal de ojo nos adentra en una atmósfera inquietante, convirtiendo cada rincón viejo de la casa de la abuela en algo estremecedor, desde los cuadros viejos hasta los objetos llenos de polvo y abandonados con el tiempo. El toque final lo da la fotografía de Isi Sarfati, que cuenta con propuesta propia y añade colores verde neón en cada oportunidad, que llegan a recordar a algunas escenas de El laberinto del fauno.
La sal, los hechizos, el poder de las brujas y muchos detalles típicos se ponen sobre la mesa, pero también se habla de los elementos sensuales, como el deseo. De forma paralela vemos al personaje de Nala experimentar sus primeros deseos en su camino de convertirse de niña a mujer, algo que subraya que la película busca ser algo más grande.
A estas alturas de su carrera, una actriz del calibre de Ofelia Medina no tiene que demostrar nada, pero nuevamente nos regala una extraordinaria actuación y una memorable línea que repite a lo largo del largometraje: “mamita”. Su personaje antagónico se vuelve cada vez más aborrecible, aterrador e incluso repulsivo.
Junto a la primera actriz, Paola Miguel hace un gran trabajo, con un personaje que comienza con actitudes odiosas de adolescente y cuya transformación poco a poco puede ir ganando al espectador y así terminar padeciendo junto a ella sus adversidades. Por su parte, Ivanna Sofía Ferro nos comparte su encantadora inocencia y dulzura.
En definitiva, Mal de ojo se logra erigir como un producto propositivo de terror mexicano, aunque de pronto sus convenciones narrativas le pueden restar un poco. La dirección, las actuaciones, el trabajo de diseño y arte, así como la música de Camilla Uboldi tienen suficiente peso para equilibrar la balanza más hacia lo bueno.
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