Columna #227 | Frente a la pantalla por Richard Osuna
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Para fortuna de muchos, el contenido LGBT+ sigue ampliándose cada año y más recientemente ha sido la comedia romántica el género que ha acogido a estas historias, desacreditando a aquella cuestión de si el amor entre dos personas del mismo sexo solo estaba destinada a un final trágico como por muchos años vimos en cine.
Así, Netflix ha lanzado Smiley, una serie española basada en la obra teatral homónima de Guillem Clua, quien también trabajó en la adaptación para la plataforma. A lo largo de sus ocho episodios, la trama sigue a varias parejas y sus distintos conflictos para encontrar la felicidad.
Principalmente conocemos a Alex (Carlos Cuevas), un empleado del Bar-Bero que ha sido víctima de ghosting en su último romance. Ante la rabia, toma el teléfono para llamarle a la persona que ha cortado toda comunicación y le dice todo lo que piensa sobre él y la relación que mantuvieron en los últimos meses. Para su sorpresa se equivoca de número y termina llamando a Bruno (Miki Espárbé).
Un encuentro [o cita, más bien] entre ambos no tarda mucho en ocurrir y aunque son polos opuestos [Alex es el prototipo de chico de gimnasio y Bruno un introvertido y romántico amante del cine] la atracción parece inevitable y el amor es a primera vista.
Aunque muy estereotipada en varios aspectos (quizá en su búsqueda por ser algo así como una versión gay de la película Love actually, de la que no niega inspirarse e incluso queda verbalizado en una escena, la llevan a incluir muchos clichés), también la trama explora lo que viven los hombres gay de 30 años, sus conflictos emocionales y el paso del tiempo, y retoma situaciones muy actuales para abordarlas.
En más de una ocasión, el guion trata de poetizar los sentimientos, los vínculos emocionales y las relaciones de pareja, creando interesantes momentos con los que muchos se sentirán identificados, y en general retrata cómo llegamos a complicarnos todos sobre el amor y lo bonito de este, cuando es mucho más fácil ser honestos. Además, esas escenas con conversaciones paralelas terminan siendo un plus.
Entre lo más notable tenemos a los personajes de Alex y Bruno, que parecen creados en especial para Carlos Cuevas y Miki Esparbé, respectivamente, y la química y chispa entre ambos es un deleite. Por su parte, Pepón Nieto, con su personaje de Javi y la drag Keena Mandra dan un toque extra, de muchas risas.
En definitiva, Smiley no es una trama original, y para muchos resulta tardío el protagonismo de hombres gay en las típicas comedias románticas, pero su final aparición no puede dejar de ser celebrada. Asimismo, el encanto de la trama y de sus protagonistas terminan por convertirla en una serie digerible y buena para estas fechas decembrinas, periodo en el que se enmarca esta producción.
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