Columna #228 | Frente a la pantalla por Richard Osuna
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¿Vale la pena sacrificar tu felicidad, una que te ha costado crear, por un bien aún mayor que sobrepasa a la tuya y la de tu familia? La elección entre salvar a tu familia o a la humanidad parece inminente y el tiempo corre antes de que las plagas del apocalipsis empiecen a destruir al mundo. Así es la premisa de Llaman a la puerta (Knock at the cabin), la nueva película del director M. Night Shyamalan.
La historia sigue a una familia homoparental, Eric (Jonathan Groff) y Andrew (Ben Aldridge), quienes junto a su pequeña hija Wen (Kristen Cui) toman unas vacaciones en una remota cabaña en medio del bosque. Sin embargo, su paz y su calma se verá interrumpida cuando un grupo de cuatro personas, liderado por Leonard (Dave Bautista), aparecen con distintas herramientas (armas) e ingresan a la fuerza al inmueble.
El grupo se presenta ante la familia y revelan que cada uno de ellos ha tenido visiones que anuncia el fin de la humanidad, a través de diferentes plagas. Sin embargo, hay una esperanza que los ha llevado hasta ahí: la familia tendrá que elegir el sacrificio de un miembro para detener el apocalipsis. De recibir un “no” una plaga se desatará contra el mundo y otros eventos trágicos sucederán al interior de la cabaña. Así, la pareja deberá proteger a su hija a toda costa.
Basada en la novela La cabaña del fin del mundo, de Paul Tremblay, en su poco más de hora y media de duración la cinta mantiene el suspenso, la tensión, además la misma duda que tienen los protagonistas: ¿se trata de algún tipo de fanatismo religioso, de un ataque de homofobia o de un acto violento orquestado por un grupo de personas que dicen haberse conocido por internet?
El trabajo técnico de fotografía, diferentes tomas y movimientos de cámara hacen que la atmósfera sea más tensa y capturan la perturbación de los personajes, así como la música (que de pronto remonta a películas de hace algunos años), apoyan a Llaman a la puerta a su juego narrativo de desconcierto y trauma.
A lo largo de la historia se incorporan flashbacks que muestran cómo la falta de empatía y la maldad han moldeado las personalidades de Eric y Andrew: se han enfrentado al rechazo de algunos de sus padres, a ataques homofóbicos y han tenido dificultades para convertirse en padres. Por un lado, Andrew es quien más ha resentido y atravesado directamente los obstáculos, endureciendo su carácter y acelerando su temperamento; y Eric ha tratado de mantenerse más sobrio, servir de apoyo y encontrar soluciones. Al final, “siempre juntos”, han encontrado la forma de resolver.
Aquí es donde se introduce la cuestión moral sobre la que gira gran parte de la trama: ¿es justo el sacrificio por aquellas personas que te han dañado y romper el amor más puro y honesto por los demás? Estos interesantes planteamientos elevan la película, sin embargo poco a poco van perdiendo su fuerza hasta conducirnos a una resolución bastante simple, y que a muchos provocará dudas y ganas de querer respuestas concretas.
La filmografía de Shyamalan se ha convertido para muchos en una especie de ranking y ante la aparición de cada nueva cinta hay una férrea necesidad de catalogarla como “la peor de todas” o “menos peor que la anterior”. En efecto, Llaman a la puerta dista de ser una de las mejores de carrera y a pesar de la mezcla de varias temáticas como el amor, el suspenso, el terror y cuestiones morales, no logra la solidez e impacto de otras de sus historias como El sexto sentido.
Pero simplemente Llaman a la puerta es quizá uno de sus relatos más convencionales, sin giros de último momento, y que hizo lo que hizo con los recursos que tenía, aunque no fueron aprovechados del todo. En definitiva, el suspenso continuo es lo que marca a esta película, además de unas actuaciones que se mantienen al mismo nivel, en especial las de Dave Bautista y Ben Aldridge, cuyos personajes tratan de actuar, a su manera, por amor.
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