Columna #213 | Frente a la pantalla por Richard Osuna
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La canción Stumblin’ in, de Chris Norman & Suzi Quatro, que se escucha en una de la escenas de la película Licorice Pizza, lo nuevo de Paul Thomas Anderson, habla de un amor vivo y de dos personas que suelen mentir sobre lo que sienten sus corazones. “Our love is a flame, burning within. Now and then firelight will catch us stumblin’ in” (Nuestro amor es una llama que arde por dentro. De vez en cuando la luz del fuego nos atrapará tropezando), dice parte del coro y describe perfectamente la situación que viven los protagonistas de esta historia.
Con un poderoso soundtrack y un gran trabajo de ambientación, la cinta nos lleva hasta los años 70. Ahí conocemos a Alana Kane (Alana Haim), una chica impredecible de veintitantos años que trabaja como asistente de un fotógrafo que retrata a los alumnos de una preparatoria durante el fin de cursos; y Gary Valentine (Cooper Hoffman), un joven actor de 15 años, mucho más determinado y seguro, aunque inmaduro, y que está dispuesto a conquistar a Alana desde la primera vez que la ve.
A pesar de que sus edades sean diferentes y por más que Alana trata de negarle una cita a Gary, entre ambos surge una amistad, una que a veces se rompe y en otras ocasiones pasa por buenos momentos, pero que sigue presente con el paso de los años. Y sí, tal como dice el tema Stumblin’ in, ambos mienten en ocasiones, pero la chispa del amor sigue viva a su interior y los atrapará hasta en los tropiezos.
Licorice Pizza es un divertido y tierno relato retro sobre el crecimiento, y donde Paul Thomas Anderson, al igual que en otras de sus historias, no nos presenta a personajes perfectos, sino a personas atravesando diferentes situaciones y a nosotros como espectadores nos toca juzgar sus decisiones o simplemente vivirlas. Ese sabor desinhibido para una cinta coming of age quizá es lo que vuelve más entrañable esta película.
A lo largo de la trama seguimos a una Alana que va en busca de su lugar, saltando de un trabajo a otro, hasta formar parte de la campaña política de Joel Wachs (Benny Safdie). Por otro lado, vemos a un Gary que al ya no lograr el mismo encanto como actor, emprende diferentes negocios para salir adelante. En ese andar, el par de protagonistas se topan con otros personajes que llegan a aderezar la historia y donde se refuerza la cualidad que las situaciones o momentos son las estrellas del largometraje.
A la naturalidad de Alan Haim en escena, uno de los atributos que más enriquecen su actuación; y al carisma de Cooper Hoffman, se unen el talento de actores como Bradley Cooper y Sean Penn, que aunque tienen breves participaciones, forman parte de escenas memorables y muy graciosas.
Quizá el tráiler de Licorice Pizza, que la hacen ver como una cinta que transpira más romanticismo, es lo que vuelve confusa la experiencia, y es que adentrarse a ella puede resultar difícil para algunos espectadores. La cinta tiene varias referencias al Hollywood de los años 70 y también al ambiente político de dicha época, un tono similar que Quentin Tarantino utilizara en Había una vez en Hollywood y su homenaje a los 60. Para la película de Paul Thomas Anderson resulta clave encariñarse con los detalles, los personajes y, sobre todo, darle su oportunidad, para simplemente terminar envueltos en su propuesta.
En definitiva, Licorice Pizza es otra película más de Paul Thomas Anderson donde los personajes son una base, y no lo digo como algo malo, sino todo lo contrario. Adicionalmente, el escritor y director se preocupa por cada elemento y nos regala varias secuencias de cámara muy a su estilo.
Con esta cinta somos parte de dos miradas contrapuestas, pero con una atracción latente. A veces es el tiempo, las experiencias, o simplemente nivelar sus caminos y sus sueños, los recursos necesarios para que dos amantes puedan encontrarse.
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