
Columna #45 | Caleidoscopio por Miguel Parpadeos
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Una de las series juveniles que dejó huella en la década pasada fue Pretty Little Liars (2010). Concebida originalmente como un “Esposas desesperadas para jóvenes”, se desarrolló en un inicio como una serie de libros escritos por Sarah Shepard y posteriormente se adaptó en siete temporadas para la televisión. La historia seguía a un grupo de amigas que investigan la muerte de su amiga Alison, al mismo tiempo que una persona llamada “A” las amenaza con revelar sus más íntimos secretos. Esta mezcla de misterio con el melodrama adolescente se convirtió en una fórmula que reutilizarían otras series como Élite, Riverdale o Control Z. En la época de las plataformas de streaming, donde lo que importa es sacar y crear nuevo contenido de sus franquicias más exitosas, HBO Max decidió revivirla y reinventarla cinco años después de su conclusión bajo el nombre de Pretty Little Liars: Un nuevo pecado.
Esta nueva producción estuvo a cargo de Roberto Aguirre-Sacasa (el mismo creador de Riverdale y Chilling Adventures of Sabrina) y Lindsay Calhoon Bring. Contrario a Pretty Little Liars: The Perfections (2019), una serie spin-off que tenía el propósito de seguir con la franquicia, esta nueva propuesta decide poner la premisa bajo el lente del terror y la convierte por completo en una serie de slasher. La figura de “A” es ahora una persona con una máscara tejida con pedazos de piel que las acecha como si fuera un Michael Myers de Halloween, mientras que las jóvenes son unas auténticas “scream queens”.
Esta nueva historia nos lleva a una fiesta a finales de 1999, cuando una adolescente llamada Angela Waters se suicida en una fiesta tras llegar en mal estado y pedirle ayuda a su supuesto grupo de amigas. 22 años después, una de ellas se suicida tras recibir un misterioso sobre con una letra “A”. Su hija adolescente Imogen (Bailee Madison), quien se encuentra embarazada, se queda sola y con la decisión de investigar qué provocó la muerte de su madre.
Luego de este suceso, Imogen y otras jóvenes de la preparatoria de Millwood empiezan a recibir mensajes de texto de una persona desconocida. Luego de ser mandadas a detención, Imogen, Tabby (Chandler Kinney), Faran (Zaria), Mouse (Malia Pyles) y Noa (Maia Reficco) se conocen y descubren que están siendo acosadas por la misma persona llamada “A”. Por si fuera poco, también se percatan que todas ellas son hijas del mismo grupo de amigas que estuvieron presentes en la fiesta de la muerte de Angela Waters.

Lo que hace que esta nueva serie funcione es que, contrario a otros revivals recientes de series juveniles (como fue el año con Gossip Girl), no intenta retomar la fórmula para plantearla en la época actual y con las vivencias de la nueva generación de adolescentes. Un nuevo pecado recupera los elementos que hicieron que funcionara Prettty Little Liars de 2010 y decide crear algo nuevo. Por si fuera poco, el cambio de género le beneficia para retorcer y mostrar bajo una nueva luz muchos momentos. La gravedad de los acosos y ataques de “A” son vistos como actos de completo terror y peligro, mientras que, en la serie original, a veces esto se perdía antes el tono melodramático.
La serie no ignora las reflexiones y conversaciones entorno al feminismo que ha habido en los últimos años y eso se reflejan en muchas de las tramas. En la serie original, una de las parejas más queridas era entre Aria (Lucy Hale) y Ezra (Ian Harding), un romance entre una menor edad con su profesor de preparatoria. Hoy en día, este tipo de relaciones que son plasmadas de manera positivas en la ficción han dejado de ser bien vistas. Un nuevo pecado intenta reparar en ello y presenta a Tabby teniendo una relación cercana con su jefe Wes, ambos grandes amantes del cine. Aunque se plantea un coqueteo por parte de Wes, el tono de terror de la serie enmarca estas situaciones como inapropiadas y de incomodidad como experiencias de peligro para el personaje de Tabby. Por si fuera poco, la serie incluye una trama de abuso sexual que cobra importancia hacia el final de la temporada y donde ahondan el tema de una manera contemporánea.
Aunque hay series juveniles que han intentado traer el slasher a la televisión, muchas fracasan en el intento como la versión de Sé lo que hicieron el verano pasado de Prime Video. Pretty Little Liars: Un nuevo pecado triunfa en homenajear a clásicos del terror y mezclarlos con la premisa de la serie de 2010. Se siente como su propia serie y, como contenido de verano, resulta entretenida. Aunque es incierto si será renovada para una segunda temporada, todavía hay algunos cabos sueltos en la historia que podrían ofrecer una interesante continuación.
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