Frente a la pantalla: Crítica a ‘Akelarre’

Columna #174 | Frente a la pantalla por Richard Osuna
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El tema de las brujas, que ha sido uno de los ejes entre las mejores propuestas del cine de terror en los últimos años con piezas como La bruja y Hereditary, está de regreso con el drama español Akelarre, de Netflix, una cinta que puede ser muchas cosas, pero no una propuesta convencional.

La historia nos lleva hasta al País Vasco en 1609, tiempo en que el juez Rostegui (Àlex Brendemühl) se encuentra en medio de una cacería de brujas. Así, llega a una pequeña región en la costa, donde los hombres han zarpado a la mar y las mujeres han quedado solas. Esa es la oportunidad perfecta para que un grupo de chicas sean atrapadas y encerradas en una especie de establo, siendo violentadas en el lugar.

Las jóvenes mujeres son acusadas precisamente de brujería, y una a una son interrogadas esperando que revelen más sobre la iniciación, los ritos y una supuesta fiesta nocturna que han organizado en medio del bosque para invocar a Lucifer. Con muchos días por delante, hasta que la próxima luna llena llegue y los hombres estén de vuelta; y con pocos días para que sean condenadas a la hoguera, las chicas tendrán que buscar una alternativa para poder escapar a su condena.

Akelarre, dirigida por el argentino Pablo Agüero, es una propuesta feminista enmarcada en un precioso diseño estético capaz de hipnotizar a más de uno, a través de sus poderosas escenas. Sin embargo, el guion es el causante de que las tintas medias se desdibujen para muchos y el sentimiento al final sea de odio o de amor por el producto en su totalidad.

La cinta cuenta con un importante respaldo histórico de libros y textos que a la pantalla ha sido traducida en un perfecto trabajo escénico que nos remonta con suficiente honestidad hasta aquellas épocas donde las mujeres podrían quedar sometidas, tanto a leyes como a decisiones que hoy podemos reconocer como irracionales. 

Pero como un relato feminista, las protagonistas de esta historia están dispuestas a labrar su propio destino de ser posible. Si bien esperan hasta el regreso de los hombres de su comunidad como una oportunidad para salvarse, no hay tiempo para quedarse de brazos cruzados en su cautiverio y a través de su fuerza deben encontrar la manera de protegerse las unas a las otras.

Para dar vida a este grupo de jóvenes, Akelarre cuenta con un gran elenco de talentosas revelaciones, incluyendo a Amaia Aberasturi en el papel de Ana, y que no precisamente por fortuna recibió una nominación a la edición 35 de los Premios Goya, en la categoría Mejor interpretación femenina protagonista. Y tampoco por debajo queda la presencia de Àlex Brendemühl, que regala algunas de las mejores escenas de la película.

Visualmente, la producción nos regala un extraordinario diseño de fotografía, donde la naturalidad reluce constantemente. Asimismo, se añaden el trabajo de producción y vestuario, y el trabajo de cámara para aumentar el dramatismo. Y para coronar dicha experiencia no podemos dejar de mencionar la música.

Entre escenas e imágenes fuertes, la historia parece encaminarnos a un trayecto que será no menos que tenso. Sin embargo, la última parte disminuye en gran medida esa condición y la experiencia se reduce a un momento ante el que caes seducido o bien terminas tildando de pretencioso.

En definitiva, Akelarre es una interesante propuesta que puede ser muchas cosas, pero no una propuesta convencional. Si bien su trabajo estético y su arranque hasta la mitad de la historia resultan interesantes e inquietantes, el final apunta en otra dirección menor.

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