
Columna #21 | Frente a la pantalla por Richard Osuna
Después de que Annabelle: creation llegara a recomponer aquel pésimo trabajo hecho con la primera parte sobre esta muñeca, parecía que jamás volveríamos a ver un mal spin-off del universo de El conjuro. Para nuestra mala fortuna, llegó La monja a ocupar otro lugar dentro de estas películas que deseamos olvidar.
La cinta es dirigida por Corin Hardy, quien ha llevado un extenso trabajo en cortometrajes y para quién esta nueva película es apenas su segundo trabajo en materia de largometraje.
La historia nos remonta a la monja Valak, aquel personaje que vimos por primera vez en El conjuro 2. Esta cinta se centra en 1952, cuando el vaticano manda al Padre Burke (Demian Bichir) y a una novicia (Taissa Farmiga) a punto de tomar sus votos, a investigar el suicidio de una monja en un monasterio de clausura en Rumania.
Este spin-off tenía la oportunidad de crear una nueva atmósfera inquietante en las tierras de Rumania y sobre todo de profundizar más en esa misteriosa monja que vimos en El conjuro 2, sin embargo tiraron por la borda absolutamente todo, y simplemente crearon una película mediocre, encaminada a lo peor del año. ¿Quién supervisó esto? ¿Cómo pudieron permitir que algo así saliera a los cines con la marca de universo de El conjuro?
Acerca de La monja hay muchas cosas malas que decir y muy poco bueno, casi nada, que rescatar. Desde la primera escena, que normalmente en muchas películas de terror sirven como antesala para enganchar al público, esta historia empieza mal proyectando poco interés. Desde ese primer momento nos vamos de largo con una producción más llena de problemas que de aportaciones para sujetar al espectador.
Podemos iniciar la carnicería hablando sobre la atmósfera que resulta insignificante, jamás se luce, nunca te envuelve, y en palabras simples esta ahí sin gracia alguna. Los escenarios rumanos no se aprovechan ni siquiera con buenas tomas que nos permitan apreciar sus alrededores.
El guión complementa esa insignificancia y se traduce como algo plano. Escenas largas, repetitivas, donde ocurre muy poco a nivel de historia y donde muchas subtramas avanzan sin entenderse lo suficiente y sin propósito alguno, pues los personajes nunca llegan a una situación de catarsis en que puedan expulsar todas aquellas emociones absorbidas en su interior.
Una atmósfera insignificante, un guión plano y la cosa se pone todavía peor con los personajes. ¿En qué cabeza cabe pensar que introducir elementos de comedia con el personaje de Frenchie (Jonas Bloquet) era una buena idea? Si la película no goza del terror más sofisticado, ni bien planeado, estos momentos de comedia la terminan de sepultar en una intención de apreciarla con seriedad.
En cuanto a los personajes del Padre Burke y la hermana Irene, interpretados por Demian Bichir y Taissa Farmiga, respectivamente, por más que este par de actores hicieran su mayor esfuerzo por dar una buena interpretación, sus historias llegan a ser intrascendentes por estar tan mal diseñados. Farmiga da una actuación medianera, aunque es lo mejor que pueda dar para el personaje que le corresponde.
En cuanto a la trama del Padre Burke, la fé cuestionada en los sacerdotes es un tema tan repetido, que no genera ninguna expectativa, y mucho menos novedad. Esos mismos problemas de fé se han vistos decenas y decenas de veces, desde los tiempos de El exorcista. El personaje del Padre Burke es tan simple, sin evolución alguna, que Bichir hasta se llega a percibir como mal actor.
En definitiva, La monja es una película débil que no tiene mucho que ofrecer. El guión totalmente flojo se gasta rápidamente y debió pasar por muchas correcciones que fortalecieran sus personajes tan simples, antes de grabar una cosa de tan mala calidad.
Una película que además, visualmente, luce barata, con muy poco atractivo. Esta es una de las mayores deudas en cine de terror de este año, una cinta de la que se esperaba mucho más y cuyos logros son tan carentes que el producto general termina decepcionando.
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