Columna #230 | Frente a la pantalla por Richard Osuna
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Luego de muchos años de espera (desde que Disney anunció que preparaba un live-action, pasando por un rodaje pospuesto debido a la pandemia de covid-19, y un cansado debate sobre el cambio en la protagonista, eligiendo para esta adaptación a una actriz de descendencia afroamericana (Halle Bailey), y que fue motivo de una enorme ola de comentarios racistas), por fin podemos decir que La sirenita ha llegado a los cines internacionales. Con expectativas altas, el live-action puede jactarse de haber superado muchas de ellas.
La historia, para quien probablemente no la conozca, gira en torno a la sirena Ariel (Bailey), la hija menor del Rey Tritón (Javier Bardem), quien sueña con recorrer el mundo fuera del mar. Debido a las prohibiciones de su padre, que no le permite acercarse a los humanos, Ariel tiene que conformarse con coleccionar objetos humanos y maravillarse con ello.
Un día, una fuerte tormenta hace que el príncipe Eric (Jonah Hauer King) y la tripulación de la embarcación en que viajan tengan un accidente en la altamar. La joven termina rescatándolo de morir ahogado y ese contacto solo hace que crezcan sus ganas de conocer la vida en la superficie. Así, la bruja del mar Úrsula (Melissa McCarthy) encuentra la oportunidad de hacer un trato: Ariel le da su voz y a cambio ella le da piernas para recorrer la tierra. El trato se vuelve peligroso cuando la bruja le advierte que tendrá tres días para enamorar al príncipe si quiere continuar en la tierra o de lo contrario regresará al mar y no recuperará su voz.
La cinta animada de 1989 era la sencilla anécdota de una sirena que se enamora de un príncipe, y para el live-action, a estrenarse en pleno 2023, había mucho que modificar. El guionista David Magee y el director Rob Marshall logran darle mayor profundidad a la historia, con casi una hora más de duración a la original, y lejos de ser una copia cuadro por cuadro a ella suprimen muchos elementos e incorporan importantes cambios.
Esta vez, Ariel es mejor representada como una chica soñadora, con creencias personales y que desea explorar el mundo. Aunque de mundos diferentes, el príncipe Eric es su homólogo en la tierra, quien por su parte tiene diferencias con su madre, que no acepta imposiciones y que es un navegador nato. Incluso, las interpretaciones del clásico Part of your world, en la increíble voz de Bailey y el nuevo tema Wild uncharted waters, que toca a Hauer-King se podrían entender como respuestas la una a la otra. Dos seres destinados a encontrarse.
El guionista logra hilar la historia del mar a la superficie y contrario a la historia animada, donde la atracción de Ariel y Eric es inmediata, en esta adaptación somos testigos de una relación mágica una vez sucede el encuentro entre ambos. Incluso, algunas de las mejores partes suceden aquí, cuando la narrativa se aleja de lo que ya hemos visto, y una escena entre los protagonistas, en la sala de colecciones del príncipe, es una de las más bellas. Esta vez la relación se siente real y la química entre sus intérpretes es de ensueño.
Por supuesto, el trabajo de ambos es maravilloso, con una Bailey talentosa y radiante, y un compañero que reúne las características de un príncipe perfecto: guapo y valiente, pero a la vez sensible. La Úrsula perversa pero divertida de McCarthy, el cangrejo guía Sebastián (con el doblaje original de Daveed Diggs) y la parlanchina gaviota Scuttle (Awkwafina) terminan por completar lo mejor del reparto, estos últimos tres añadiendo la dosis necesaria de comedia.
El director Rob Marshall, conocido mayormente por su trabajo en la ganadora del Óscar Chicago, es experto en montar bonitos números musicales, algo que ha vuelto a demostrar en las cintas también lado de Disney, En el bosque y El regreso de Mary Poppins. Incluso, el musical de Úrsula, tiene toques de aquella poderosa Last midnight, cantada por Meryl Streep en la película En el bosque. Aunque siendo honesto, quizá el musical de Under the sea, aunque colorido y vivaz, termina chocando con el resto del largometraje.
Las debilidades de La sirenita son dos: por un lado, un final que no termina por convencer y que quizá de alejarse como en otras de sus escenas de la original pudo resultar más fuerte. Por otra parte, después de entrar al mundo acuático de la segunda parte de Avatar, parece inevitable no hacer comparaciones, y el trabajo de efectos de pronto se siente muy artificial. Aunque tampoco Aquaman tuvo una maestría en mostrarnos su mundo en las profundidades.
En definitiva, esta adaptación de La sirenita está por encima de los últimos live-action de Disney (una lista cada vez más robusta) lanzados en la pantalla grande como El rey león o Aladdín. No es que los efectos sean mejor que la historia de Simba, por ejemplo, pero su corazón, su esfuerzo por pulir la historia, y el encanto de sus protagonistas son suficientes para dejarnos un producto lo bastante adorable.
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