Columna #157| Frente a la pantalla por Richard Osuna
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“Las brujas son reales”, sentencia una voz en off en la nueva cinta de Las brujas. Al igual que la famosa adaptación de los años 90 nos describen que son calvas, no tienen dedos en los pies, su cara dibuja una amplia sonrisa y, sobre todo, odian a los niños y el olor que estos desprenden. Pero a diferencia de su anterior adaptación, esta película arroja tantos efectos digitales que se sienten demasiados.
Con la presencia de Robert Zemeckis (Volver al futuro, Forrest Gump, Náufrago) como director, y los estupendos mexicanos Alfonso Cuarón (Roma, Gravedad, Harry potter y el prisionero de Azkaban) y Guillermo del Toro (La forma del agua, La cumbre escarlata y El laberinto del fauno), como productores, incluso del último mencionado trabajando en el guion, cualquiera estaría preparado para algo grandioso. Lamentablemente, resulta todo lo contrario.
La historia, ambientada en los años 60, sigue a Charlie (Jahzir Bruno), un niño que ha quedado huérfano luego de que sus padres perdieran la vida en un accidente automovilístico. Por ello, el pequeño debe mudarse a casa de su abuela Agatha (Octavia Spencer), una mujer que hace todo lo posible por sacar a su nieto de la depresión en la que está atrapado.
La aparente paz que el niño logra un tiempo después se desestabiliza cuando una bruja le ofrece un dulce en el supermercado. Ante este peligro acechándolos, Agatha decide hacer un viaje con su nieto hasta un apartado hotel de gente blanca y adinerada, donde cree que estarán a salvo. La sorpresa es que en el hotel tiene lugar una convención de brujas, liderada por La Gran Bruja (Anne Hathaway), quien tiene un plan para acabar con los niños.
A pesar de tener un arranque convincente, no pasa mucho tiempo para sentirse la falta de profundidad en la historia de Las brujas, llevándonos en una película que entre más avanza, más raya en la exageración. Para su final ya se siente perdida, y remata con un epílogo espantoso como de caricatura.
A lo largo de la historia cinematográfica hemos visto que una misma historia puede contarse de diferentes formas, recurriendo a otros estilos narrativos y hasta géneros. Claramente, esta adaptación de Las brujas se diferencia de la versión de los 90; la primera estaba insertada en un ambiente más oscuro y que a muchos nos aterró en aquellos tiempos que éramos niños. Por su parte, la nueva película en particular busca ser una película de aventura y familiar. Si bien tiene intenciones, en eso se queda y nos deja un sabor a nada.
Así como se marcan diferencias en los estilos entre ambas adaptaciones, creo que resulta injusto querer comparar los papeles de Anjelica Huston con el de Anne Hathaway, sobre todo queriendo señalar que esta segunda “no da miedo”. Ni el tono de la película ni la edad que ahora tenemos muchos creo que permita que algo así sea posible. Lamentablemente, ni juzgando a Anne Hathaway por su propia interpretación se salva de percibirla sobreactuada y probablemente en el peor papel que ha hecho hasta ahora. ¿Alguien recuerda que haya hecho un mal papel antes?
Sin dar una actuación precisamente relevante, el papel de Octavia Spencer resulta más encantador y es que la actriz tiene una gracia propia que incluso en las películas más atropelladas como Ma o en miniseries tan flojas como Madam C. J. Walker: Una mujer hecha a sí misma logra sobresalir.
Las brujas tiene una buena manufactura en términos de producción e incluso los efectos son muy buenos, pero el abuso de estos segundos hacen que la película llegue a sentirse demasiado digital y que como espectadores quedemos asqueados.
En definitiva, Las brujas se queda a medio camino. Le falta emoción, momentos más intensos y en cambio nos da un par de escenas largas y un montón de ideas que no terminan por cuajar. Aunque tenía un gran equipo de realizadores y un gran elenco que pudieron hacer algo maravilloso, ese deseo se queda en el terreno del hubiera, ya inexistente, y esto es lo que hay. Ahora sí que como dijera Calderón de la Barca en una de sus piezas teatrales más famosas: “La vida es sueño y los sueños, sueños son”.
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