Columna #158| Frente a la pantalla por Richard Osuna
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El relato de los hogares embrujados regresa al cine a través de Su casa, pero no imitando el modelo de la lujosa mansión y con sus limitaciones de terror sobrenatural. Esta nueva cinta de Netflix, y que fuera estrenada a principios de año en el Festival de Sundance, nos lleva hasta un decadente barrio inglés y una casa igualmente en malas condiciones, que servirán como un nuevo comienzo para una pareja de refugiados africanos.
La historia, que marca el debut de Remi Weekes como director de largometraje, sigue a Rial (Wunmi Mosaku) y Bol (Sope Dirisu), una pareja que ha huído de Sudán del Sur ante la violenta lucha de dos bandos, tal como lo explica Rial en una escena de la película. En el camino no solo murieron otras personas africanas que también huían de la terrible situación de su país, sino que la hija de ambos también perdió la vida.
Luego de pasar un tiempo bajo detención preventiva, Rial y Bol se convierten en refugiados temporales de Londres, sin obtener la ciudadanía inglesa de momento. Así, además de recibir una suma de dinero semanal que servirá para solventar algunos gastos, la pareja es llevada por el trabajador social Mark (Matt Smith) a lo que será su nueva casa. Pronto, los demonios espectrales comienzan a aparecer allí, además de un pasado que cada vez se asoma más y busca la verdad.
Su casa logra dar algunos pequeños sobresaltos al espectador y poner los pelos de puntos con su parte sobrenatural. Pero la historia no se limita solo a ello y se nutre de un relato social impetuoso y devastador, con el que sus protagonistas deben lidiar. Solo la reconciliación de su pasado y presente logrará cerrar el ciclo de atrocidad.
La película sabe valerse del terror, incluso metafóricamente, pues muchas veces los peores y más horrorosos momentos de la vida sirven como un ejercicio de catarsis para aprender a salir adelante. Aquí, los personajes principales no solo se enfrentan a los seres demoníacos de su nueva casa, sino que llevan una carga sobre sus hombros que no los deja descansar. La película adquiere una profundidad emocional gracias a esta parte y que se va desdoblando en el transcurso, dando respuesta a muchas cosas que quizá al principio no comprendamos bien.
Los personajes de Rial y Bol se contraponen en sus personalidades: Rial es una mujer que parece resignada a creer que todo lo que les pasa es motivo de una maldición y que por ello deben padecer las consecuencias. Lo mejor, sería regresar al país que abandonaron según su perspectiva. Por su parte, Bol se enfrenta mayormente a los seres fantasmales que habitan en la oscuridad, pero se niega a ser vencido por estos y por aquellos que lo llaman con voz susurrante. Él no piensa regresar al lugar que le provocó tanto sufrimiento.
Particularmente, cada uno tiene una escena interesante donde se mezclan un poco del sentido de pertenencia o los prejuicios. En el caso de Rial lo vemos cuando se topa con un grupo de chicos que juegan con ella y no hacen más que gritarle que vuelva a África; por su parte, en él lo vemos cuando entra en una tienda departamental en busca de ropa, queriendo parecerse a lo visto en un cartelón y un guardia monitoreando sus pasos. Quizá en este último párrafo he dicho demasiado, pero es que casi cada escena sirve para saber dimensionar esta producción.
Su casa no solo goza de una atractiva e interesante historia, sino que también tiene a un grupo de actores que hacen un buen trabajo, se perfilan muy humanos y se rompen cuando es necesario. Y envolviendo todo el trabajo visual están las extraordinarias composiciones sonoras, que adornan perfectamente la película y que, de pronto, recuerdan a la música de los clásicos.
En definitiva, Su casa es una buena propuesta y que quizá pueda sentirse un poco lenta en algunas escenas largas ya avanzada película. Pero el terror sobrehumano, su trama de línea social, la música y las buenas actuaciones son suficientes y tienen bastante peso para lograr un producto que pueda resultar bien recibido. La encuentran en Netflix.
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