Frente a la pantalla: Crítica a ‘Las chicas del cable’ temporada tres

Columna #24 Frente a la pantalla | por Richard Osuna

Se estrenó la tercera temporada de Las chicas del cable, serie original de Netflix, que para el nivel de avance en el que se encuentra, ya te tiene cautivo como público o simplemente te quedas fuera de esto. Aquí no existen las medias tintas.

Esta historia, primera serie española original de la plataforma streaming más famosa, es creada por Ramón Campos y Gema R. Neira, quienes han estado detrás de la escritura de otras exitosas series españolas como Gran Reserva, Grand hotel, Velvet, así como de la telenovela mexicana En tierras salvajes.

A forma de sinopsis, la historia sigue a Lidia Aguilar (Blanca Suárez), Ángeles Vidal (Maggie Civantos), Carlota Rodríguez (Ana Fernández) y Marga Suárez (Nadia de Santiago), cuatro mujeres que trabajan como telefonistas en una moderna empresa de telecomunicaciones entre los años 20 y 30 del siglo XX. A la par de su trabajo, las cuatro luchan como aguerridas mujeres a los problemas que se les presentan tales como el amor, la familia y muchos secretos que las persiguen.

A estas alturas, no hay nada que reprochar: o menosprecias esta serie o la terminas amando. Las chicas del cable es un melodrama, tan parecida en su tono a las telenovelas latinoamericanas, así como a series como Revenge y como tal es excelente. Punto.

A Las chicas del cable no le van las comparaciones con las producciones más prestigiosas, ni elaboradas, porque entonces si nos topamos directamente con la calle de la amargura. Esta serie es para entretenerse, disfrutarse y, simplemente, dejarse conquistar.

Específicamente hablando de la historia, la tercera temporada cierra de forma casi inmediata las tramas que se quedan en suspenso al final de la anterior. Es un inicio tan acelerado que llega a provocar confusión en un primer momento, pero que poco a poco van completando la historia con las nuevas tramas que se forman.

Los guiones de esta temporada llegan a ser tan predecibles como ciertas tramas de temporadas pasadas. No hay muchas novedades que explorar. Sin embargo, la manera de ejecutarlas y la manera de mantener la intensidad son de reconocerse. Un producto que retoma historias ya contadas en decenas de series, telenovelas o cualquier otra ficción no tiene menos validez por repetirse, si tiene un gran mérito en la forma de presentarse.

En cuanto a personajes, una de las grandes revelaciones de esta temporada es Concha Velasco como Doña Carmen, a quien ya habíamos visto como villana en temporadas anteriores, pero quien se afianza a esta historia y tiene un crecimiento espectacular. ¡Bravo! Para no entrar en detalles específicos, sus fechorías son tan centrales que es imposible no odiarla ahora más que nunca.

Aunque tenemos grandes momentos gracias al desarrollo de algunos personajes, otros lucen tan desdibujados, simples o con presencias muy de relleno, que necesitan urgentemente peso mayor, para una historia que al parecer aún tiene mucho que contar. Uno de esos personajes desdibujados lo podemos encontrar en Francisco (Yon González) cuyo amor eterno y aparente heroísmo no llenan el protagonismo fuerte que en su momento lo tuvo.

Uno de los grandes distintivos de esta serie es la gran producción de arte, de diseño y de vestuario que hay detrás de ella. No hay manera de no reconocer el excelente trabajo. La producción sigue bastante impecable tal como se viene presentando desde sus inicios, y aunque no hay muchos cambios, si existe por ahí un detalle en que se dio la oportunidad de experimentar con un estilo más oscuro en la fotografía.

El soundtrack con música actual, en medio de una serie de época, también sigue representando una característica diferencial a otras producciones. Aunque la lucha de las protagonistas como mujeres se da en tiempos difíciles de dominación masculina, la música también nos permite instalar la historia como una comparativa casi atemporal de la actualidad, donde las féminas siguen luchando por sus derechos.

En definitiva, Las chicas del cable es una liberación de las producciones demasiado complejas, y un producto dedicado al entretenimiento. Con una historia sencilla pero propositiva, un gran manejo del melodrama y una producción de época bien cuidada que la adorna, esta serie tiene mucho que ofrecer para quienes logran quedar atrapados en ella.

La tercera temporada no luce como lo mejor que ha ofrecido esta serie y, por supuesto, hay cosas que necesitan ajustarse antes que se cometan resbalones que dejen caer la historia en el futuro, pero también hay nuevos secretos, pleitos, cachetadas, entre muchas otras cosas, que podrán disfrutar sus seguidores.

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