Frente a la pantalla: Crítica a ‘Los lobos’

Columna #188 | Frente a la pantalla por Richard Osuna
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Luego de su paso por importantes muestras, como el Festival de Cine de Berlín en 2020 (donde fue ovacionada), la cinta mexicana Los lobos llega a las salas de cine nacional. Este filme, que supone el segundo largometraje de Samuel Kishi, nos da una probada sobre la migración y las dificultades de empezar tu propio mundo desde cero.

La historia sigue a Max (Maximiliano Nájar Márquez) y Leo (Leonardo Nájar Márquez), dos pequeños mexicanos que migran junto a su madre Lucía (Martha Reyes Arias) a Albuquerque, Estados Unidos, en busca de mejores oportunidades. Entre sus exhaustivos y demandantes trabajos, Lucía apenas tiene tiempo de pasar en casa, por lo que sus hijos deben aprender a cuidarse el uno al otro y pasar el día solos, encerrados.

Desde la ventana del apartamento en que viven, en un edificio habitado por latinos y asiáticos, los niños observan a los demás de chicos jugar, mientras que ellos deben crear su propio universo haciendo dibujos en las paredes, ingeniarse actividades dentro de las cuatro paredes, y a veces aprender lecciones de inglés que su madre les deja en una grabadora.

Si bien Los lobos parte del tema de la migración, la película se desdobla aún más para darnos un retrato honesto sobre lo que implica salir adelante en un nuevo entorno, encontrar las alternativas y las formas en que las ilusiones no sean vencidas. O como ya lo adelantaba el propio Samuel Kishi en una entrevista: “es importante retratar la oscuridad, pero también la luz; que hay gente solidaria y empática, y esperanza en medio de la penumbra”.

La película nos invita a vivir el ciclo de esta familia, donde Lucía y sus dos hijos llegan a Estados Unidos cargando con las raíces de su vida anterior, como la grabación del abuelo tocando la guitarra. Pero para desprenderse del pasado, hay que echar nuevos cimientos, crear nuevas memorias, y seguramente hacer nuevos amigos.

Los personajes de Max y Leo están llenos de dudas y preguntas, por ejemplo qué sucedió con su padre, una realidad que no terminan de comprender del todo. Los peligros y lo desconocido acechan alrededor de los pequeños, y será el tiempo el que se encargue de enfrentarlos a momentos reveladores.

Maximiliano y Leonardo son las estrellas de este filme, logro potenciado en gran parte por su ternura e inocencia que logra atraparnos como espectadores. La dupla mantiene una complicidad tremenda en cámara, algo que seguramente está auxiliado por el hecho que ambos son hermanos en la vida real.

Los lobos transcurre sin pretensiones, honesta y con una sencillez cálida que termina por conquistar, en una historia donde el director ha contado algunas de sus propias vivencias, cuando junto a su madre y su hermano (siendo más chicos) también emprendieron un viaje hacia Estados Unidos, para empezar nuevamente.

En definitiva, Los lobos que no tiene villanos ni hace señalamiento a sus personajes, sino que nos acerca a cada uno de ellos para ver cómo, a su manera, buscan dar marcha a esa vida que apenas comienzan. No hay trampas emocionales para el espectador, ni un discurso efectista, algo que quizá no permita a algunos conectar, pero la película guarda detrás de ella una narrativa poderosa que deja un buen sabor de boca, y la sensación de haber formado parte de algo real.

‘Los lobos’, tráiler oficial.

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