Columna #164 | Frente a la pantalla por Richard Osuna
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Todos tenemos sueños que esperamos que alguna vez se hagan realidad, pero a veces no todo se puede tener en la vida; o incluso hay que hacer sacrificios. Poniendo de nuevo sobre la mesa un poderoso mensaje y que llega a enmarcar los valores de su protagonista, así regresa y se construye la secuela Mujer maravilla 1984.
La cinta, que una vez más cuenta con la dirección de Patty Jenkins, abandona los años de la Primera Guerra Mundial, para adentrarnos en los 80. Haciendo honor al tráiler que cuenta poco de la historia y ha guardado muchos detalles, contaré una breve sinopsis: Diana Prince (Gal Gadot) ha dejado de ser aquella mujer salida de Themyscira sin saber mucho de nuestro mundo y ahora conoce todo a su alrededor. Asimismo, a lo largo de los años ha perdido amigos y sobre todo al amor de su vida.
Pronto, Diana conoce a Bárbara Ann Minerva (Kristen Wiig), una tímida antropóloga que siente que la vida no le ha sonreído como quisiera, y que se vuelve su amiga. Pero es la llegada del carismático presentador de infomerciales Maxwell Lord (Pedro Pascal), el que terminará por llevarla en una nueva lucha por la verdad y la justicia. Asimismo, las cosas se complican cuando su gran amor Steve Trevor (Chris Pine), vuelva a aparecer frente a sus ojos. ¿Cómo pudo suceder esto?
Mujer maravilla 1984 mantiene el espíritu humanizador de su predecesora, con una fuerza atípica para ello en el cine de superhéroes. La cinta desarrolla un tono equilibrado entre las escenas de acción que dan el espectáculo visual que se espera y una construcción interiorizada de la protagonista y el par de villanos que son capaces de sentir, atribuyendo así a esta saga un valor único.
El trabajo de Patty Jenkins es asombroso, pues la directora escapa de los desenvolvimientos comunes en este tipo de cine y va desarrollando con soltura y énfasis el perfil de cada uno de sus personajes, aunque de pronto este peso hagan sentir un poco floja la historia, sobre todo en la primera parte.
Afortunadamente, las actuaciones del elenco nunca palidecen y suelen llevar con vitalidad la película: Gal Gadot sigue con el encanto que ya hemos podido ver anteriormente y Chris Pine, esta vez, da vida a un hombre explorando un nuevo mundo, reflejando eso con dulzura y naturalidad. Y ambos protagonistas juntos demuestran una química fascinante. Por su parte, Pedro Pascal y Kristen Wiig logran construir un par de villanos sólidos y que superan por mucho al de la primera parte.
Como ya su mismo título lo dice, o incluso al principio de esta columna se menciona, esta secuela nos lleva hasta los años 80, la época de los shorts cortos, las camisas arremangadas, los paseos por los centros comerciales y el desarrollo de la cultura pop. Quizá esta ambientación ya no sea tan sorprendente ni nostálgica para muchos, pues en los últimos años lo hemos visto en otras producciones como Stranger things o American Horror Story: 1984, esta segunda con la que hasta se dieron peleas por igualar el año a esta secuela.
Para el caso específico de Mujer maravilla 1984, el brincar a una época tan diferente da oportunidad a sus realizadores de explorar otras formas y de experimentar con los colores de la fotografía, que se alejan de aquel tono más oscuro de su antecesora y aquí nos llevan entre colores vivos.
En definitiva, Mujer Maravilla 1984 es como un bálsamo para el alma y, sin querer ante tantos retrasos, llega en un momento en que hacen falta mensajes esperanzadores y sensibles como el que esta película tiene. Entre escenas de acción o emotivas bien repartidas, buenas composiciones musicales de Hans Zimmer que acompañan casi toda la historia, actuaciones a la altura y un trabajo general que se siente a menudo íntegro, logran que esta secuela sea casi tan buena como la primera. Errores, por supuesto que hay, pero su apuesta precisa es tal que termina por adquirir mayor importancia.
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