
Columna #34 | Frente a la pantalla por Richard Osuna
Guillermo del Toro, Alejandro González Iñárritu y Alfonso Cuarón son distinguidos como la triada de directores mexicanos más reconocidos internacionalmente en las últimas dos décadas. Sin duda, sus aportaciones cinematográficas y sus distintas propuestas han sido avaladas por el público que adjudica una gran magnitud a sus trabajos.
En el caso específico de Alfonso Cuarón, una de sus grandes propuestas son las alternativas visuales: Desde aquel gran trabajo con Harry Potter y el prisionero de Azkaban, con la que comenzó la modalidad oscura de la saga del joven mago, hasta ese intenso proyecto como lo es Gravity. Esa misma genialidad visual es lo que ofrece con Roma, su nueva película con la que regresa a dirigir cine mexicano después de 17 años.
La historia sigue a Cleo (Yalitza Aparicio), una empleada doméstica de una familia de la colonia Roma, en la Ciudad de México, a principios de los años 70’s. Ahí, Cleo vive en la rutina de su trabajo limpiando, realizando sus quehaceres y atendiendo a una pareja con sus 4 hijos, además de la madre de su patrona. Además de empleada, Cleo es una mujer que vive un romance con Fermín (Jorge Antonio Guerrero), cuya relación podría ser su peor error.
Visualmente, la cinta nos remonta a la época en que la trama se desarrolla. Desde los vestuarios hasta las impactantes escenografías con autos viejos o salas de cine monumentales nos recrean el momento para aquellos que no vivimos ese período, y a aquellos que sí, los lleva en un viaje al recuerdo y las memorias.
El sonido es otro de los grandes protagonistas. La película carece de música incidental, pero encuentra sus aportaciones mágicas en los ruidos ambientales: desde una escoba tallando el suelo, los vendedores ambulantes gritando o el sonido de una banda de guerra. Es lo único que necesitamos para adentrarnos más en la familiaridad de lo mexicano, de lo auténtico y circunstancial. En pocas palabras el sonido es grandioso.
Por si los ruidos ambientales no fueran suficientes, además el soundtrack llega como una raíz identitaria con temas populares de artistas como Leo Dan, Juan Gabriel, Rigo Tovar, José José y Angélica María, solo por mencionar unos cuantos. La aparición de la música desde la radio, continuamente, nos retratan como un país que siempre ha sido auténticamente musical.
Hasta este primer momento, con el sonido y la propuesta visual, de la cual el mismo Cuarón se encarga de la fotografía, nos pintan un cuadro precioso, donde incluso la arquitectura imperfecta de un espacio se vuelve casi perfecto, o al menos se presenta como un modelo artístico digno de admirarse.
Luego, nos adentramos en la historia, y es en este punto donde podríamos abrir un debate entre aquellos que la defenderán y de otros, me incluyo, que es donde encontraremos el pero. La historia no es muy innovadora, y en contrariedad si llega a tornarse predecible.
La trama avanza entre planos de cámara bien pensados y ejecutados, pero la mirada de Cleo, que se supone es la que está privilegiada, y a partir de la visión que deberíamos ver todo, presenta una ausencia de voz. Entonces, no percibimos su perspectiva en totalidad y no entramos en una complicidad, salvo en algunas ocasiones de las cuales prefiero no revelar detalles para quienes no han tenido la oportunidad de verla, pero son desgarradoras.
Para mucha parte del público y de la crítica no es ningún secreto los tintes biográficos que Cuarón aporta en esta historia, basando el personaje de Cleo en su nana y parece que eso mismo lo lleva a frenar la relación patrona-empleada que no termina de esclarecerse y parece avanzar de una manera muy tierna e idílica que no dicen mucho, salvo sentir una limitada censura.
Cleo como empleada es objeto de órdenes “tráeme esto” y “haz aquello”, pero el trato parece ser muy comprensible, una de las razones es el hecho de ser mujeres. Tanto Cleo como la Señora Sofía se enfrentan a varias adversidades, pero siempre han de encontrar la forma de salir adelante. Aunque sean mujeres solas tienen el soporte de la familia.
Al mismo tiempo, sin negar la evidencia interpretativa de Yalitza Aparicio y Marina de Tavira, ambas construyen sus personajes con unas estupendas actuaciones. Aparicio llega a sorprender pues no es una actriz profesional y logra algunos tonos muy sinceros que van desde la naturalidad hasta lo melodramático.
En definitiva, Roma es uno de los grandes estrenos del cine mexicano del 2018. Visualmente es maravillosa, su sonido ofrece una propuesta admirable, y unas actuaciones que no pasan desapercibidas. La cinta es una carta de amor a los 70’s, a la cotidianidad, pero en su historia también ha de encontrar su fractura que no terminan de cerrar la trama.
La historia tiene contenido biográfico del propio Cuarón, hechos históricos como “El Halconazo”, con una escena para mostrarlo que por cierto es grandiosa; y un retrato artístico de día común. Pero esa misma nostalgia no nos puede seducir por completo ante una limitante para explorar las relaciones de Cleo, su forma de pensar y sus sentimientos, que necesitaban una mayor exposición. Busquen la película en los cines a donde ha llegado de forma gradual o desde el 14 de diciembre disponible en Netflix.
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