Frente a la pantalla: Críticas a ‘Aguas profundas’ y ‘Ambulancia’

Columna #215 | Frente a la pantalla por Richard Osuna
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Este fin de semana, dos cineastas vuelven con historias inmersas en terrenos conocidos por ellos. Por un lado tenemos a Adrian Lyne (Atracción fatal, Una propuesta indecorosa), quien a 20 años de su última película, Infidelidad, vuelve a centrarse en un matrimonio con problemas; por otra parte, Michael Bay (Armageddon, Transformers) vuelve a darnos una buena dosis de explosiones y caos automovilístico. 

Aguas profundas

Luego de su desaparición del calendario de estrenos en cine, tras la compra de Disney a 20th Century Fox (hoy 20th Century Studios), Aguas profundas ha conseguido un medio de lanzamiento y ese es Amazon Prime Video en Latinoamérica y España, mientras que en otros países ha llegado a través de Hulu. Ciertamente hubiera sido mejor que algo tan malo nunca hubiera visto la luz.

Basada en la novela homónima de Patricia Highsmith, la historia sigue al matrimonio de Vic (Ben Affleck) y Melinda (Ana de Armas), a quienes su pequeña hija Trixie (Grace Jenkins) mantiene juntos, pero prácticamente su amor y su relación se ha desvanecido. Extrañando su vida antes de ser madre, ella aprovecha diversas reuniones y fiestas para emborracharse y acostarse con sus amantes.

En una de las primeras escenas de la cinta, Vic aprovecha un momento a solas con uno de los amantes de Melinda para asegurarle que mató a uno de los antiguos amoríos de su esposa, expandiendo rápidamente rumores, al grado que Don (Tracy Letts), alguien nuevo en su círculo de amigos, se pone a indagar sobre esa posibilidad. Y cuando el cuerpo del hombre desaparecido aparece, la tensión entre el matrimonio se vuelve mayor. ¿Vic es capaz de cometer un crimen por su mujer?

Aguas profundas ha sido sido calificada como un thriller erótico, y si esto es erótico, entonces 50 sombras de Grey es pornografía. ¡Es absurdo! Y no es que necesariamente la película deba entregarnos algún desnudo o escenas explícitas de sexo para ser señalada como tal, pero es aquí no hay ni siquiera tensión entre los protagonistas y los amoríos de Melinda son prácticamente idénticos y sin chiste. 

Ben Affleck da vida a un misterioso hombre en ‘Aguas profundas’.

En una de las primeras escenas de la cinta, Melinda dice sobre uno de sus amantes que este le hace disfrutar quién es y eso es lo que le excita, contrario al desinterés de su esposo, personificado por un Ben Affleck que pasa casi todo el largometraje con un poker face. Su relación se vuelve más como una especie de reto y de poder que a otra cosa.

En vez de profundizar en los sentimientos de los personajes y explicarnos más sus motivaciones, la historia se llena de silencios, situaciones repetitivas y varias de ellas sin razón, que en vez de responder preguntas nos generan más dudas y todo sigue su camino a desvirtuarse más y más. Mientras que la primera hora se siente bastante lenta, en su aparente propósito de generar misterio, la última parte se conduce acelerada e incluye una escena de créditos totalmente desarticulada.

En definitiva, Aguas profundas está construída a base de casi nada, con personajes que pareciera que tienen más que decir pero se muestran vacíos, y una narrativa plagada de circunstancias sin mucha lógica. Y a pesar de contar con un gran reparto como la propia Ana de Armas, todos son desperdiciados, tanto como Finn Witrock o Jacob Elordi en sus breves participaciones. 

Ambulancia

Esta historia nos presenta al exsoldado William Sharp (Yahya Abdul-Mateen II), quien no puede cubrir los gastos para la cirugía de su esposa enferma de cáncer. A sabiendas de que no es la mejor opción, pero desesperado, Will acude a su hermano adoptivo Danny (Jake Gyllenhaal), para pedirle un préstamo. Este es un criminal y logra convencerlo de participar en el atraco a un banco, donde su recompensa serían 32 millones de dólares.

Desafortunadamente para ellos, el robo sale mal y el equipo se ve rodeado por la policía de Los Ángeles. En su búsqueda de huir, los hermanos terminan secuestrando una ambulancia donde viaja la paramédica Cam Thompson (Eiza González), a quien toman de rehén, junto a un policía herido, a quien deberán mantener con vida si no quieren pasar el resto de sus vidas en prisión de ser atrapados.

Ambulancia es una vertiginosa cinta de acción, donde el trabajo técnico, tanto de escena, como de cámara, es una de las principales estrellas. Sin embargo, las lúcidas y apropiadas actuaciones de sus protagonistas también resultan un aporte al trabajo completo.

Basada en una película danesa de 2005, la película mantiene un ritmo constante de fuerza que poco se detiene, con movimientos de cámara tan acelerados como la historia misma, e incluye unas tomas panorámicas y contrapicadas un tanto mareadoras. La mirada está presente desde todos los ángulos para mostrarnos las alocadas persecuciones en carretera, los tiroteos y las explosiones.

La mexicana Eiza González interpreta es una de los protagonistas de la película.

Adicionalmente, la intensa música de Lorne Balfe se complementa perfectamente al tono, y al igual que la cámara, realzan el dramatismo y suspenso en pantalla. Precisamente, esos dos elementos ayudan a que varias escenas adquieran un mayor potencial y como espectador te revuelvas en el asiento.

Aunque generalmente el cine de Michael Bay está asociado solo con las grandes explosiones, aquí se nota un dejo por explorar situaciones más profundas del ser humano, como el vínculo familiar, la hermandad y las barreras de acercamiento con el otro. Propiamente, sus tres protagonistas hacen un trabajo perfecto: el estrés y la impaciencia de Abdul-Mateen II, la disparatada personalidad del Danny de Gyllenhaal y la capacidad como paramédica y el cambio de perspectiva de Cam, personificada por González, se sienten bien representadas.

En definitiva, Ambulancia es entretenimiento puro para disfrutarse en una sala de cine, deslindarse de todo lo demás y ya está. Probablemente sus casi 2 horas y 20 minutos resultan excesivas y un poco menos sería mejor, pero su ritmo activo y veloz no permiten hacerla aburrida en ningún momento.

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