Columna #76 | Frente a la pantalla por Richard Osuna
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A 25 años de su estreno El rey león sigue siendo una de las cintas más maravillosas de Disney, y personalmente confieso que es una de mis películas favoritas de todos los tiempos. En estos tiempos de remakes y versiones de acción real, Disney nos trae una nueva adaptación de El rey león, una copia casi cuadro por cuadro que no logra emular toda la magia de la película original y mucho menos emocionar.
La película es dirigida Jon Favreau, quien ha trabajado en la dirección de películas como las dos primeras entregas de Ironman y quien hace un par de años también se hizo cargo del live action de El libro de la selva.
Probablemente este 2019 es uno de los años donde más se han visto nuevas versiones e incluso este año Disney ha lanzado en menos de cinco meses tres versiones de acción real (Dumbo, Aladdin y ahora El rey león). En el apartado de remakes, apenas la semana pasada llegó a México la nueva versión de El muñeco diabólico, una película con la que tomaron el riesgo de modificar la historia original para lograr algo moderno y los resultados fueron bastantes positivos.
Después de ver la versión live action de El rey león no pude evitar recordar el remake de Psicosis en los años 90. La nueva versión del clásico de terror de Alfred Hitchcock optó por hacer un remake cuadro por cuadro y los resultados fueron negativos, pues ni la crítica ni el público la aceptó. Lo mismo ocurre con El rey león. No sé si fue decisión de la empresa o de Favreau hacer la versión live action casi idéntica a la versión animada, pero no fue la mejor elección.
Hacer una versión casi idéntica a su original se presta más a hacer cientos de comparaciones y la mayoría llegarán a la conclusión de que no supera a la versión de 1994. Además, aquí no tenemos casi nada que agradecerle a Favreau, pues prácticamente no nos ofrece una propuesta o visión propia sino que vuelve a rehacer la idea de alguien más.
Y ya instalados en lo difícil que es superar a la original, el doblaje tampoco ayuda mucho. No tengo idea de las emociones y el trabajo que imprime el doblaje original con Donald Glover, Beyoncé y demás actores, pero el reparto de doblaje en español (con excepción de Luis Leonardo Suárez como Timón, Sergio Carranza como Pumba y Regina Tiscareño como Nala de cachorra) dejan mucho que desear. No se nota carácter, ni emociones, ni casi nada en sus voces.
Pero la propuesta de Jon Favreau tampoco es completamente nula y nos trae una increíble recreación digital de la sabana africana tan hiperrealista que es imposible no aplaudirse. Las escenas son totalmente hechas por ordenador y el ver la película es como estar viendo un documental real de National Geographic o Discovery. La naturaleza, el pelaje de los leones y la poca expresión de todos los animales son sorprendentes.
Aunque parezca un poco contradictorio por lo genial que es, ese mismo hiperrealismo es lo que quizá juega un poco en desventaja de los sentimientos que provoca la película. En la versión animada se podía jugar con las expresiones de los personajes, incluso en la memorable escena de la muerte de Mufasa se le puede ver a Simba llorando. En esta versión, el cuidado de realismo no permite darle tantas expresiones a los leones y demás animales, salvo las reales. Precisamente, no podemos tener a un Simba llorando.
Siempre he dicho que una crítica no debe tener spoilers para no arruinar la experiencia de quien no ha visto las series o películas, pero en las siguientes líneas abordaré un ejemplo. Aunque claro, a estas alturas y cuando El rey león es una adaptación casi cuadro por cuadro no voy a arruinar ninguna sorpresa. Narrativamente también la película llega a tener padecimientos. Por ejemplo, en la escena siguiente a la inicial de El ciclo sin fin vemos a una rata haciendo un largo recorrido. Esta escena es más larga que el reencuentro entre Simba y Nala, que prácticamente pierde emotividad. Es decir, hay escenas de poca relevancia a la que se les extendió más que a escenas clímax que requerían más detalle, no una copia fiel de su original.
Algunos personajes, excepto Timón y Pumba que son de lo poco más rescatable, pierden presencia. Unos de esos son las hienas, que no necesariamente tendrían que haber sido tan cómicas como en la original, pero en esta versión live action son tan simples y con unos diálogos tan torpes (una de ellas reclamando espacio repetidamente), que nunca logran congeniar con el público.
En definitiva, la nueva versión live action nos hace preguntarnos si en verdad necesitábamos una nueva adaptación de una historia que no envejece o hubiera sido mejor estrenar alguna versión remasterizada de aniversario de la original. Aquí nos topamos con una animación grandiosa, para premiarse, pero narrativamente la película llega a sentirse demasiado gris como para encantar.
Además, agreguemos que para todos aquellos que hemos visto la versión original, que conocemos cada escena, cada musical y nos sabemos hasta los diálogos de memoria no hay ninguna sorpresa, pues al ser una adaptación casi cuadro por cuadro no genera ninguna expectativa, simplemente ya sabemos que va a pasar. Pero un aprendizaje que podemos volver a tomar es el de Hakuna Matata: sin preocuparse es como hay que vivir.
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