Columna #178 | Frente a la pantalla por Richard Osuna
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Directamente de la pieza teatral Le père de Florian Zeller, y bajo la adaptación del propio Zeller y Christopher Hampton (Expiación, deseo y pecado) llega El padre, un laberinto sobre el deterioro de la memoria y la razón, y capaz de penetrar en el alma. Un reloj, la decoración de un departamento y el rostro de una hija que se repiten constantemente en la mente como signo de algo familiar, pero ahora vagamente reconocido.
La historia comienza cuando Anthony (Anthony Hopkins), un adulto mayor, recibe la visita de su hija Anne (Olivia Colman) en su departamento. Anne le dice que ha conocido un hombre, que se mudará a París y que buscará una nueva cuidadora para él, pues no podrá visitarlo todos los días. Anthony insiste en que no necesita de nadie y que se las puede arreglar solo.
Pero al cabo de un rato, aparece en el cambiado departamento un hombre (Mark Gatiss) que dice ser su yerno y también vivir ahí. Y posteriormente llega a casa su hija Anne (Olivia Williams), pero con un rostro diferente. ¿Qué es lo que sucede y cómo todo ha cambiado tan rápidamente? La respuesta está en la memoria de Anthony que poco a poco se está deteriorando.
El padre es una desgarradora historia que nos lleva a vivir en primera persona la gradual demencia senil de un hombre y cuya vida se va desmoronando debido a ello. Un reloj, la decoración del departamento y el rostro de su hija menor que se dibuja en otras personas son los patrones que vuelven a repetir su cabeza, en una realidad cada vez más difícil de distinguir entre las confusiones y las mentiras de su mente.
Como una especie de thriller comienza esta película que nos arroja en una escena llena de dudas para el espectador. Pero poco a poco entendemos que estamos conociendo gran parte de la historia desde la perspectiva de Anthony, y es por ello que experimentamos la misma falta de certeza, la inquietud y el miedo que el personaje principal está sintiendo ante su irreversible demencia e introduciéndonos así de lleno en el drama.
El padre es como un rompecabezas de 1000 piezas y con el que tenemos que ser pacientes para unir. Conocemos la estructura completa, y en el armado hay muchas piezas que se asemejan, pero no van juntas. Propiamente, la película se vale de detalles en la edición o el diseño del departamento, con los que hay que ser muy observadores para entender algunos detalles y conexiones de la trama. No es vano la nominación a Mejor edición por la que compite en la próxima entrega de los Premios Óscar a finales de abril.
Igualmente nominado como Mejor actor se encuentra Anthony Hopkins, cuya actuación no es menos que magistral y gloriosa. El conocido protagonista de El silencio de los inocentes muestra muchísimos matices ante un humor inestable propio de la enfermedad, donde a veces la furia se apodera de él y otros momentos donde la simpatía es su mayor virtud, dejando ver con esto segundo una parte que pocas veces hemos apreciado en el actor.
También maravillosa es la aparición de Olivia Colman, nominada a Mejor actriz de reparto, y cuyo personaje muestra el dolor y el cansancio de lidiar con alguien que padece demencia. Gracias a su registro actoral, somos capaces de sentir de cerca su sufrimiento, de compadecernos de ella, identificarnos en muchas líneas y llegar incluso hasta las lágrimas en varias ocasiones.
En definitiva, El padre es una cinta meticulosa, puntual y atinada sobre la terrible demencia senil y que calará aun más profundo en aquellos que han vivido de cerca esta triste enfermedad con algún ser querido. No solo la historia, sino también las potentes actuaciones de Anthony Hopkins y Olivia Colman, así como la edición, logran un trabajo verdaderamente vibrante y que la han llevado a conseguir seis nominaciones al Óscar. Un reloj, la decoración de un departamento y el rostro de una hija que se repiten constantemente.
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