Columna #216 | Frente a la pantalla por Richard Osuna
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Luego del éxito de Venom, Sony Pictures sigue con sus planes de desarrollar más películas sobre los villanos de Spiderman, único superhéroe sobre el que posee los derechos, y ahora nos trae Morbius, bajo la dirección de Daniel Espinosa. Sin embargo, los resultados de estas historias son tan contradictorios y extraños, que parece que la única alternativa para digerirlas es sentarse y no hacer muchas preguntas al respecto.
La historia sigue al doctor Michael Morbius (Jared Leto), un hombre que desde su infancia ha padecido una rara enfermedad en la sangre y que lo lleva a terminar en el centro del Dr. Emil Nicholas (Jared Harris), donde se atiende a personas con enfermedades incurables. Cuando el doctor Emil descubre el potencial e inteligencia de Michael, lo apoya para estudiar y así este se convierte en un científico incluso candidato al Nobel.
La obsesión principal de Michael es encontrar una cura a la enfermedad que sufren tanto él como su mejor amigo Milo (Matt Smith). Finalmente, realiza un experimento en altamar, fusionando su ADN con el de un murciélago, adquiriendo con ello habilidades especiales como fuerza, velocidad y ecolocalización. Así, Morbius tendrá que luchar contra sus ansías de sangre, ahora que ha adoptado esa rara forma de vampirismo.
El principal problema de Morbius es que se queda en un montón de intentos y no logra apretar ni desarrollar ninguno de ellos, terminando por ser genérica, sin propuesta alguna y sin un objetivo concreto en su historia, caminando sin rumbo.
En ocasiones, la cinta parece querer añadir tintes policiacos, pero la investigación de los detectives Al Rodríguez (Al Madrigal) y Simon Stroud (Tyrese Gibson) es tan ridícula que es difícil prestarle siquiera un poco de atención. Su aparente búsqueda por atar cabos está dada desde el primer momento de su aparición, por lo que realmente no hay nada por descubrir a través de su mirada.
En otros momentos, también hay un interés por desarrollar una narrativa con tintes de terror, pero una escena que toma lugar de noche en un hospital e involucra a una enfermera es una de las breves intenciones de sus realizadores por adherirse al género. Y por ahí existe también un pequeño guiño a la icónica Nosferatu. Nuevamente tenemos una embarcación encallada que ha traído la enfermedad del vampirismo.
Si ya de por sí, el guion es la principal limitante de Morbius, el formar parte del MCU y ser apta para mayores de 13 años la llevan a reducir también su cantidad de sangre y ser medida en muchas escenas. Eso también aumenta a que ya toda la película parezca llena de retazos y a la que le faltan muchas partes por unir para entenderla mejor.
La tristeza no se detiene y es que en una larga lista de errores también nos toca ser testigos de unas terribles escenas de acción, que además de ser muy pocas, avanzan tan rápido al ojo humano, con unos efectos tan raros y poco perceptibles que ninguna es capaz de provocar alguna emoción genuina. Y cada una de esas escenas incluye unos segundos de cámara lenta, como para rápidamente ubicarnos, pero poco después volvemos a perdernos.
En un panorama tan oscuro parece que no hay nada por rescatar, pero Matt Smith logra ser el personaje más audaz. Sin ser brillante, Smith se desenvuelve provocativo, sobre todo en la segunda mitad cuando se convierte en el gran villano de la historia. También Leto trata de hacer lo mejor que puede, pero quizá no sea lo suficiente para muchos.
En definitiva, Morbius se queda más atrapada de lo que en algún momento se llegó a decir de Venom y de la secuela de esta. Morbius y el intento de ser el Batman de Sony-Marvel (se incluyen unas escenas casi idénticas a Batman Inicia) se llena de oportunidades perdidas.
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