Columna #138 | Frente a la pantalla por Richard Osuna
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De vuelta a la adolescencia, así es el viaje en el que nos adentra a los espectadores Amor de gata, la nueva cinta japonesa de anime de Netflix y realizada por Studio Colorido, la cual es una especie de recordatorio de lo difícil que es esta edad y que a veces poner máscaras a nuestra vulnerabilidad, en esta ocasión una máscara en forma de gato, resultaba conveniente.
Esta historia dirigida por Junichi Sato y Tomotaka Shibayama sigue a Miyo (voz de Mirai Shida), una adolescente que está profundamente enamorada de Kento Hinode (Natsuki Hanae), uno de sus compañeros de clase. Miyo lo persigue a diario y cada acercamiento le parece una señal de amor. Un día, caminando de regreso a casa, Miyo se topa con un vendedor de máscaras que le ofrece una en forma de gato.
Pero dicha máscara no es como cualquier otra, sino que le da la oportunidad de transformarse en un gato llamado Taro, y esto le permite acercarse a Hinode. A la par que el joven enfrenta problemas familiares y sobre su futuro, el gato se vuelve uno de sus consuelos y con quien conversa sobre su vida. Así, Miyo empieza a creer en la posibilidad de siempre quedarse como gato para siempre y olvidarse de su forma humana.
Aunque la persecución amorosa de Miyo a Hinode puede resultar angustiante y sofocante al principio, Amor de gata va encontrando la forma para abordar en el camino temas más serios sobre la adolescencia, como la búsqueda de identidad y la depresión, tornando la historia mucho más profunda y realista en su trayecto.
La película comienza mostrando el fuerte enamoramiento de Miyo, que quizá a muchos ahora adultos nos puede parecer demasiado acosador e insistente por parte de la protagonista. Pero si nos atrevemos a pensar un poco en lo que nosotros vivimos a esa edad ya no nos parezca tan descabellado, una etapa en la que creímos saber lo suficiente del amor y en la que muchas veces era apenas una ilusión.
La forma de protegernos de lo que nosotros mismos somos, en la adolescencia, suele ser una idea nada descartable. Y aquí, en esta cinta se añade para fines temáticos la posibilidad de esconderse en la forma de un gato. Aunque narrativamente la aparición del villano y vendedor de máscaras se da demasiado rápido y de forma precipitada.
Lo que inicialmente arranca de forma cómica y casi como el retrato de una obsesión amorosa, aplicando situaciones que en la vida real no deberían hacerse, se empieza a desmoronar poco a poco y no para arruinar su experiencia, sino para hacerla crecer y madurar.
Primeramente conocemos los sueños y las luchas de Hinode, a quien le gustaría seguir trabajando en el estudio de cerámica familiar, el cual está a punto de cerrar. Pero su fuerza parece débil y le es difícil encarar a su familia para decirle lo que realmente desea hacer, en lo que anhela convertirse.
Por su parte, Miyo, que se nos presenta casi como un personaje superficial, con el que incluso a muchos les parezca difícil empatizar en la primera parte, pronto nos muestra su propia lucha y hasta se nos habla de sus máscaras, con las que ha ocultado el dolor del abandono de su madre, el rechazo y la burla que las personas suelen darle y su mundo en el que la sonrisa de Hinode la hace más feliz.
En definitiva, Amor de gata trae consigo un bonito mensaje y la segunda parte de la historia va dejando un mejor sabor en el paladar que permiten saborear sus aportaciones generales entre lo dulce y lo agrio. La cinta tiene mucho corazón y seguramente personas de todas las edades podrán disfrutarla, en especial nosotros los adultos, que podremos transportarnos a una edad donde las ilusiones y los sentimientos sinceros tenían un peso propio.
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