Columna #211 | Frente a la pantalla por Richard Osuna
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Luego de cuatro años de ausencia como director, el mexicano Guillermo del Toro regresa con su nueva cinta El callejón de las almas perdidas (Nightmare Alley), tras su última película La forma del agua (The shape of water) que lo llevara a ganar el Óscar. Pero esta vez el mexicano apuesta por dejar de lado el terror sobrenatural y obedeciendo a sus deseos e intereses como cineasta se adentra en el género negro.
La cinta, basada en la novela homónima de William Lindsay Gresham y que ya fuera ya llevada a la pantalla en la década de 1940, sigue a Stanton Carlisle (Bradley Cooper), un enigmático hombre que llega a refugiarse en un circo ambulante, lleno de personas señaladas por la sociedad debido a sus condiciones o incluso discapacidades físicas. Mientras que Clem (Willem Dafoe), el dirigente de la feria, acoge a Stan, este va rápidamente aprendiendo sobre los diferentes actos, especialmente el de Pete (David Strathairn) y Zenna (Toni Collette).
Convertido en un falso clarividente, Stan convence a Molly (Rooney Mara) de irse a la ciudad juntos e iniciar su propio espectáculo. Ahí, Stan conocerá a Lilith Ritte (Cate Blanchett), una psicóloga que a pesar de reconocer su mentira no lo delata y por el contrario lo invita a un peligroso negocio, que de no lograr salir bien, podría tener consecuencias nefastas.
Apoyada en un maravilloso diseño de producción, vestuario y ambientación, esfuerzos distintivos en la filmografía de Guillermo del Toro, El callejón de las almas perdidas nos envuelve en una historia oscura que explora las bajezas del ser humano: el engaño, la ambición y las consecuencias irreversibles de la avaricia.
A pesar de que la primera hora del largometraje pueda sentirse lenta, debido a su detallismo casi literario, y se perciba casi toda la acción inclinada hacia la segunda parte, esto nos sirve para adentrarnos en la psicología del personaje principal, con sus motivaciones difíciles de reconocer a la brevedad, pero que lo van perfilando como un antihéroe, con un pasado sombrío sobre sus espaldas, algo propio del género negro.
A diferencia de las anteriores películas del cineasta, donde la monstruosidad del hombre acecha o persigue a los protagonistas, esta ocasión el director deposita dicha monstruosidad en su protagonista, interpretado a la perfección por un Bradley Cooper capaz de mostrar cada una de las etapas de Stan, que va desde su ascenso al éxito gracias a su ingenio y su posterior caída y fracaso.
El reparto que se reúne en la cinta hace un buen trabajo, pero quizá quien más se le compara a Cooper en cuanto a fuerza es Cate Blanchett, quien da vida a una femme fatale y que a pesar de no estar a cuadro tanto tiempo le permiten destacar y permanecer en la memoria del espectador.
En definitiva, Guillermo del Toro logra internarse en una laberíntica historia sobre el poder y lo ruin del ser humano, delineando con sumo cuidado al personaje que caerá en dicha espiral y apropiándose de los tópicos propios del género negro en el que por fin lograr navegar, luego de sorprendernos durante muchos años en el terror. Por su parte, el trabajo técnico y el actoral de Bradley Cooper resaltan en El callejón de las almas perdidas.
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