Frente a la pantalla: Crítica a ‘El muñeco diabólico’

Columna #75 | Frente a la pantalla por Richard Osuna
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Ante un público con muy bajas expectativas al ser Chucky uno de los personajes más icónicos del cine de terror, este fin de semana se estrenó El muñeco diabólico, nueva versión de la cinta de los 80, que resulta el remake más ingenioso del año, sangriento, divertido y retorcido, dejando atrás el relato de brujería vudú para aterrorizarnos esta vez con los avances en tecnología.

Este es el segundo largometraje dirigido de Lars Klevberg, luego de su debut con Polaroid, y cuenta con un guion de Tyler Burton Smith, basado en la historia y los personajes de Don Macini, pero dándole una vuelta que permite adecuar la historia a pleno 2019.

La trama, al igual que la original, sigue a un niño de nombre Andy (Gabriel Bateman), [aunque este niño Andy de mayor edad y más cerca de entrar en la adolescencia que el de la cinta de los 80], un joven con problemas de audición y al que le es difícil socializar en su nuevo apartamento de Chicago. Con la búsqueda de alentar a Andy, su mamá Karen (Aubrey Plaza) chantajea a uno de sus compañeros de la tienda Zed-Mart para quedarse con uno de los muñecos Buddi defectuosos, el cual le obsequia como regalo de cumpleaños a su hijo.

Una vez el muñeco Buddi, que tiene el nombre de Chucky, es activado, Andy establece un lazo de apego con él. El muñeco Buddi puede conectarse a un montón de aparatos de Industrias Kaslan, como bocinas, televisores y hasta automóviles. La novedad de estos muñecos es tan grande, que incluso Andy consigue dos nuevos amigos: Falyn (Beatrice Kitsos) y Pugg (Ty Consiglio). La diversión con Chucky termina cuando el muñeco comienza a presentar tendencias violentas, volviendo una pesadilla la vida de Andy.

La versión original de El muñeco diabólico asustó a finales de los 80, durante la década de los 90 e incluso hasta principios del 2000, con el relato de un fugitivo criminal que para evitar ser asesinado por un policía decide transferir su alma a un muñeco invocando un hechizo. La versión de 2019 resulta todo una sorpresa al modificar totalmente esa parte y presentarnos a un muñeco casi robótico cuyas acciones son realizadas por amor a Andy, por hacerlo feliz. Además resulta interesante adentrarnos en cómo se van formando las tendencias violentas de Chucky, mismas que retoma a partir de las películas de terror, que a Andy y a sus amigos les divierten.

Y para dejarnos más en claro la relación enfermiza que profesa Chucky por su dueño, el muñeco viene acompañado por una canción que más que tierna suena maquiavélica: You are my Buddi, until the end. More than a Buddi, you’re my best friend. I love you more then you will never know. I will never let you go. Una canción que se vuelve más terrorífica con la voz de Mark Hamill y que despierta una especie de tecnofobia. 

La película te atrapa a lo largo de la hora y media de duración, con un montón de sangre gráfica, todos aquellos que no soportan fácilmente los sesos tendrán que tomar un fuerte respiro; diversión, con varias escenas hechas para hacerte reír, aunque no siempre funcionan bien los chistes; y con varios sustos, aunque la trama está más orientada a amarrarte con su dinámica ejecución que con jump scares.

El espíritu de El muñeco diabólico trae una tendencia más cercana a Stranger things e It, que a otras historias del género del terror. Tenemos a un niño y sus amigos con intenciones de pelear contrario a ser seres pasivos y aterrorizados. Aquí encontramos tramas y subtramas muy humanas, e incluso la cinta es referencial a otras películas. Tenemos una pequeña referencia a La masacre en Texas, y el look de Andy con su suéter rojo llega a recordar al de Elliot en E.T.

En definitiva, El muñeco diabólico es uno de los remakes más originales que se han hecho en mucho tiempo y hasta me atrevería a decir que en varios aspectos supera a su cinta original, con una historia más realista, con más detalles que contar y con unos personajes bastante mejorados.

La tecnología avanza cada día más y nos supera, y es innegable no preguntarnos qué pasaría si hubiera unos muñecos al estilo Buddi, negándonos rápidamente a la posibilidad de adquirir uno. Esta nueva versión logra conseguir el terror que buscaba crear y es casi imposible no pasarla bien.


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