Columna #166 | Frente a la pantalla por Richard Osuna
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“Tengo miedo de verte, necesidad de verte, esperanza de verte, desazones de verte. Tengo ganas de hallarte, preocupación de hallarte, certidumbre de hallarte, pobres dudas de hallarte. Tengo urgencia de oírte, alegría de oírte, buena suerte de oírte y temores de oírte. O sea, resumiendo, estoy jodido y radiante, quizá más lo primero que lo segundo y también viceversa”, así dice el poema Viceversa de la famosa pluma de Mario Benedetti, y donde se describe la contrariedad del amor. Esa misma contradicción es la que abandera el arranque y parte de la nueva película Llevo tu nombre grabado, de Netflix.
Esta cinta dirigida por Kuang-Hui Liu nos inserta en 1987, al final de la ley marcial en Taiwán. En el papel principal seguimos a Chang Jia-han (Edward Chen), un joven estudiante de una escuela católica que durante la clase de natación conoce a Wang Bo-De o también llamado Birdy (Jing-Hua Tseng), un chico interesado en el cine. Poco a poco, ambos desarrollan una amistad muy cercana marcada por la complicidad.
Con el paso del tiempo, Jia-han advierte una conexión entre ambos, hecho que trata de mantener disimulado, pues a pesar del final de la ley marcial aún existe bastante tabú hacia a la homosexualidad. Eso sin contar al grupo de rebeldes de la escuela que toma con rechazo a los gays. Pero el evento que provoca un quiebre en Jia-han es cuando la escuela acepta mujeres y Birdy comienza a cortejar a una alumna, lo que hará que los celos y la verdad de sus sentimientos cobren fuerza.
Llevo tu nombre grabado es un bonito retrato sobre el temperamental primer amor. La historia construye entre sus protagonistas una relación que va desde la emoción, pasa por la atracción y desemboca en la intimidad, logrando una cinta honesta a los ojos de cualquier espectador, sea gay o heterosexual.
El guion se centra mucho en la relación entre Jia-han y Birdy, tomándose el tiempo necesario para construir este enamoramiento, sin precipitaciones. Quizá al final el centrarse tanto en ello hacen que algunos detalles de la vida de los personajes se sientan perdidos y que le reste al guion general, pero también resulta un tanto conveniente para hacer más entrañable la conexión entre ellos.
Edward Chen y Jing-Hua Tseng hacen un trabajo estupendo para dar vida a una pareja de enamorados y a cuadro nos regalan grandes escenas juntos. Así como la línea de la historia puede llegar a recordar al éxito Llámame por tu nombre, también esta dupla de actores mantiene una química encantadora y verosímil como en su momento lo lograron Armie Hammer y Timothée Chalamet para recrear el primer amor.
Como ya había señalado anteriormente, Llevo tu nombre grabado se centra puramente en el amor, mostrando en menor medida hechos como la revelación de las preferencias sexuales, pero esos pequeños detalles suelen tratarse de forma muy significativa. La cinta aborda la homofobia y la cautela de la gente para hablar de la homosexualidad, algo importante viniendo de un país asiático, donde si bien hay algunos países un tanto más abiertos que otros aparentemente, todavía hay mucho atraso y reserva sobre estos temas.
El largometraje sucede a dos tiempos: 1987, donde la ley marcial acababa, pero las cosas no iban a cambiar en el país de un día a otro, ni las ideologías; y 2020, donde la historia incluso nos traslada a otro país y nos permite ver los cambios que se han dado en la sociedad con el paso del tiempo, con situaciones que incluso para los protagonistas resultan inimaginables y se constata en un par de diálogos.
En definitiva, Llevo tu nombre grabado es una de las cintas románticas de temática gay más entrañables en mucho tiempo. Su delicadeza y valor no están adjudicados a nada más que a la bonita construcción de la relación de los protagonistas y a la química entre sus actores, lo que permiten llevarla a un buen lugar, a pesar de que haya algunos elementos dispersos. Y como detalle clave, no olviden ver toda la película, incluyendo los créditos finales, donde nos llevan sorpresivamente hacia otra mirada.
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