Frente a la pantalla: Crítica a ‘Mindhunter’ temporada dos

Columna #85 | Frente a la pantalla por Richard Osuna
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A casi dos años del estreno de la primera temporada, Netflix trae de regreso lo que se ha convertido en una de sus mejores series: Mindhunter. Una serie que, me atrevería a decir, es esencial para los amantes de la psicología criminal.

La serie es creada por David Fincher, el galardonado y reconocido director detrás de películas como El club de la pelea, Zodiaco, El curioso caso de Benjamin Button, La chica del dragón tatuado, Perdida, entre otras. Por su parte, la historia está basada en el libro Mindhunter: Inside FBI’s Elite Serial Crime Unit, acerca de los agentes John E. Douglas y Robert K. Ressler.

Ambientada a finales de los 70, la historia sigue a dos agentes del FBI, Holden Ford (Jonathan Groff) y Bill Tench (Holt McCallany), pertenecientes a la unidad de Ciencias de la Conducta, que se reúnen con famosos asesinos seriales, violadores y criminales para entrevistarlos. Este propósito les ayudará a desarrollar perfiles psicológicos para intentar resolver casos que ocurren a la par.

Mindhunter no es una serie para aventarse en maratón, es para digerirla poco a poco, para apreciar cada detalle, atender cada diálogo. Y claro, también se vale sentirse agobiado, inmiscuirse un poco en las tramas.

Esta segunda temporada despega justo donde termina el último episodio de la anterior. Más que una nueva introducción (y no aburrida como el episodio uno de la temporada pasada), el inicio de esta continuación simplemente nos resitúa en el contexto. Sin dar muchos detalles, somos testigos del ataque de pánico que Holden sufre y vemos la preocupación de sus compañeros Bill y Wendy (Anna Torv) por cuidar los métodos de trabajo del agente. A la par ocurre la llegada de un nuevo jefe para la unidad: Ted Gunn (Michael Cerveris), que confía plenamente en la capacidad de los agentes.

Una de las cosas más sorprendentes de esta serie es el meticuloso trabajo de construcción de los asesinos seriales, y la cautela de los actores que se encargan de darles vida. En estos nuevos episodios se nos presentan más asesinos, tales como William Henry Hance (Corey Allen), Elmer Wayne (Robert Aramayo), El hijo de Sam (Oliver Cooper) y dos figuras de la familia Manson: Charles “Tex” Watson (Christopher Backus) y Charles Manson (Damon Herriman). Y por cierto, como detalle curioso, Harriman también dio vida a Manson en la película recientemente estrenada Once upon in time in Hollywood.

Estilísticamente, la segunda temporada de Mindhunter mantiene el tono sombrío, la fotografía cinematográfica y las entrevistas largas de hasta 10 minutos con los asesinos que llegan a relatar detalles estremecedores de sus crímenes.

En estos nueve episodios de estreno, se muestra un poco más de la vida de Bill y Wendy; Bill vive una difícil situación con Nancy, y no precisamente amorosa, sino por otras circunstancias y Wendy vuelve al ruedo explorando una nueva relación. Todo esto viene a aportar a la evolución de los protagonistas, un cambio que si bien también era notorio en ambos, lo había sido aún más en el personaje de Holden.

El elenco que participa en esta producción es increíble. Jonathan Groff, definitivamente, está muy lejos de aquel ambicioso chico cantante al que dio vida en Glee o al indeciso hombre gay de Looking. En esta temporada, su ansiedad se forja como una característica más de su personaje.

En definitiva, la segunda temporada de Mindhunter llega a reforzar la idea de que esta es una de las mejores series de Netflix. Ante las cancelaciones que esta plataforma hace sin contemplación, esperemos que la producción siga su firme paso como The crown y no termine mutilada como Sense8. Esta serie sobre asesinos seriales y los agentes del FBI es francamente brillante.

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