Columna #141 | Frente a la pantalla por Richard Osuna
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Con una extensión de 18 capítulos, que nos hace sentir más dentro de una telenovela que de una serie, además de todo el melodrama que se adhiere, así se estrenó esta semana la nueva serie mexicana de Netflix, Oscuro deseo, que llega bajo la promesa de unos toques de thriller erótico pero que nos lleva más a una simple historia llena de misterio y suspenso.
La historia está creada por Leticia López Margalli, Nayura Aragón y Gennys Pérez, mientras que la producción corre a cargo de Epigmenio Ibarra y de la productora Argos, responsables de títulos que van desde Nada personal y Mirada de mujer, pasando por Las aparicio e Infames, hasta llegar a historias como Los miserables y Enemigo íntimo.
La historia sigue a Alma Solares (Maite Perroni), una abogada y profesora universitaria, que sostiene un matrimonio con Leonardo Solares (Jorge Poza), el cual ya no la satisface y está pasando por un mal momento. Alma decide visitar a su mejor amiga Brenda (María Fernanda Yepes), recientemente divorciada y que le propone salir de fiesta. Es allí donde Alma conoce a Darío (Alejandro Speitzer), un joven mucho menor que ella, y con quien tiene una noche de sexo casual.
Dicha aventura parece que ahí ha terminado, pero todo cambia cuando Darío aparece en una clase de Alma, y comienza a entrometerse en su vida, la de su esposo y hasta la de su hija Zoe (Regina Pavón). Este encuentro no es casual y hay mucho detrás de ello. Asimismo, deberemos atar cabos sobre dos asesinatos, uno que ocurrirá seis semanas después, según vemos en la primera escen;, y otro que ocurrirá en la casa donde Alma y Darío pasan la noche.
Oscuro deseo tiene un mal arranque donde las constantes escenas de sexo se sienten calzadas a la fuerza y las situaciones se vuelven repetitivas. Es hasta varios capítulos más adelante que la intriga comienza a desdoblarse, añadiendo adrenalina, pero las actuaciones y la extensión de 18 capítulos no logran un producto lo suficientemente fuerte.
La serie es permisiva en sus escenas candentes, pero dudo mucho que esto que nos muestran sea lo suficiente para adjudicarla como erótica. Ya hace un par de años, Televisa había jugado con el mismo tono en Caer en tentación: escenas fuertes, infidelidades matrimoniales y un crimen a su alrededor que necesita ser develado.
Es de aplaudirse la decisión de Maite Perroni para incursionar con un personaje tan fuerte como este, y aunque inicialmente se siente parecido al que realizó en El juego de las llaves de Amazon, una mujer que ya no tiene el mismo matrimonio feliz y madre de una hija adolescente, poco a poco se va desligando de él. Lamentablemente, aunque hace su mejor esfuerzo y no lo hace mal, no logra la intensidad ni el temple de su personaje.
Tampoco resulta afortunada la participación de María Fernanda Yepes con el personaje que realiza, y a pesar de ser una actriz tan camaleónica y que viene de la tremenda María Magdalena, no se siente adecuada para dar vida a Brenda. En contraparte a ellas, y sin siquiera hacer un buen esfuerzo, está Alejandro Speitzer, que más bien necesita unas clases de actuación porque no logra matizar.
Por otro lado, Oscuro deseo goza de tremendos valores de producción, con muchas tomas exquisitas y con detalles bien estudiados que no aparecen al azar, como la lluvia. Aunque de pronto la corrección de color se siente medio rara y hasta llega a sentirse demasiado lúgubre, a pesar de entenderse que es parte del concepto que se propone.
En definitiva, Oscuro deseo logra más un efecto de estira y afloja para el espectador, entre el “sí me gusta” y el “no me gusta”, obra de una extensión que pudo ser menos larga y más concreta, sin repetir situaciones y sin tanto uso de casualidades que podrían tornarse de telenovela clásica.
La relación amorosa (o más bien de calentura) que se forma entre Alma y Darío tiende a ser chocante y cuestionable en su desarrollo. Por su parte, la intriga y el misterio están latentes, pero su llegada hasta varios capítulos más adelante pueden ahuyentar a parte de la audiencia que no permanecerá por mucho. Esta producción no es ni tan mala, pero tampoco buena, es un producto de entretenimiento transitorio y nada memorable.
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