Columna #39 | Frente a la pantalla por Richard Osuna
Netflix viene recargado este 2019 con muchas más películas y series originales. Así, comenzando el año nos entrega una de sus mayores apuestas que es la serie Sex education, la cual llega para romper muchas barreras o tabúes, precisamente sobre el sexo, el placer y lo que conlleva la relación del ser humano con su propio cuerpo.
La serie es creada por Laurie Nunn, para quien esta historia marca su debut en las series de televisión, luego de tener una carrera más enfocada en los cortometrajes de cine.
La historia sigue a Otis (Asa Butterfield), un adolescente virgen con nula experiencia directa en el sexo, quien vive con su madre Jean (Gillian Anderson), una terapeuta sexual. La reserva con que Otis maneja su vida se rompe cuando Maeve (Emma Mackey), una compañera de escuela, lo orienta a abrir su propia “clínica” en el instituto al que asisten, aplicar el conocimiento que ha aprendido de su madre, y de esa forma ayudar con terapia a los chicos de la escuela y resolver sus problemas.
El inicio de la serie puede parecer un poco abrumador y quizá hasta un poco grotesco. Al inicio se nos presenta una comedia con personajes estereotipados, desde el hijo bravucón del director, la chica señalada de fácil, o hasta el propio protagonista con su condición de joven tímido y virginal. Esta primera mirada nos lleva a presenciar una serie de instituto un tanto insuficiente, que de haber continuado así terminaría de cansar o aburrir al espectador.
Afortunadamente, esa primera mirada representa solo una parte de una historia que va creciendo muy rápido y expande su capacidad para explorar a sus personajes desde diferentes perspectivas: por momentos puede ser muy cómica, divertida y hasta un poco bizarra, así como por otros períodos puede ser seria, mostrar un retrato más íntimo y llegar a la reflexión.
Aquello que al principio podría sentirse como exhibicionismo poco a poco va diluyéndose en su entendido y no tarda en sentirse como apropiado, en una ruptura de sus creadores por romper con tabúes. La serie raramente llega a sentirse sucia y al contrario podría ser atrevida y estimulante. Cada episodio abre con una escena de sexo o algo referente a esto, a lo que se le dará solución durante el transcurso.
En la serie se exploran muchos temas, desde algunos recurrentes hasta otros a los que normalmente no se les da tratamiento. Aquí podemos ver temas como la disfunción eréctil en adolescentes, el deseo por perder la virginidad, los embarazos no deseados, la poca virilidad debido al consumo de drogas, entre muchos otros, que no solamente se presentan en el plano sexual directo, sino también nacen desde el autoestima, la relación padre e hijo, y el autodescubrimiento, obstruyendo finalmente el desempeño para lograr el satisfacción.
El reparto en la serie es estupendo y nos regalan unas actuaciones muy destacadas. Asa Butterfield sigue manteniendo la ternura de Bruno en El niño con el pijama de rayas, pero sin duda su crecimiento como actor ha sido constante en su carrera; Gillian Anderson es estupenda y no podría ser de otra manera con una trayectoria tan grande; Ncuti Gatwa como Eric, un chico homosexual y mejor amigo de Otis, es una gran revelación para la televisión y nos da uno de los personajes más notorios de la serie. Por supuesto, tampoco podemos dejar fuera al resto del elenco.
El lenguaje de esta serie se suma como otros de los grandes atractivos. Los diálogos de los personajes nos llevan a sentirnos entre la sociedad adolescente de hoy en día, y caso especial son los diálogos de Ncuti Gatwa que con sus ocurrencias puede sacar más que una sonrisa y darnos palabras memorables para seguir riendo por varios días.
En definitiva, Sex education es una serie fresca que explora con toda libertad al cuerpo humano y su relación con el sexo. Se agradece que una historia tenga el compromiso de tratar estos temas con sinceridad entre el humor y lo emocional, poniendo al frente a un grupo de adolescentes que buscan descubrirse en la intimidad, en una época donde nos adjudicamos ser número uno en libertad, pero donde de pronto también llegamos a ser reservados.
La mayor virtud de esta serie es su libre paso entre la comedia y el drama que nos permiten tomar con fascinación sus diferentes subtramas y gozar de ellas. El tratamiento a forma de terapia de algunos problemas es un regalo casi educativo, que necesita de comunicación y que mejor que los espectadores estemos en sintonía con las diferentes historias presentadas.
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