Frente a la pantalla: Crítica a ‘Super Drags’

Columna #30 | Frente a la pantalla por Richard Osuna

Glamour, lentejuela y maquillaje, son los adornos con los que llega Super Drags, la nueva serie animada original de Netflix que se estrenó apenas este viernes.

La serie original de Brasil es creada por Paulo Lescaut, Anderson Mahanski y Fernando Mendoça y está enfocada al público adulto, mayor de 16 años.

La historia sigue a Patrick, Donny y Ramon, tres empleados de una tienda que, durante el día, deben soportar a su irritable jefe. Pero por la noche se convierten en Lemon Chiffon, Cran Sapphire y Crimson Scarlet, tres superheroínas drags que lucharán a favor de la comunidad LGBT+, combatiendo a villanos en contra de la diversidad, y buscarán devolverle el brillo al mundo.

Históricamente, la serie llega en un momento muy importante, sobre todo para su país de origen, donde el próximo mes de enero entra a la presidencia Jair Bolsonaro, criticado alrededor del mundo por sus firmes posturas homofóbicas, y que dentro del país mantiene en incertidumbre a las personas pertenecientes a los grupos de diversidad sexual, por posibles ataques y retrocesos.

Hay que reconocer que Super Drags tiene buenas intenciones en su mensaje y es lo más positivo de ella. La serie trata de dar visibilidad a personas habitualmente marginadas por la sociedad heterosexual como vestidas, homosexuales afeminados y, en contraparte, lesbianas masculinas. Todos tenemos valor como individuos.

En el transcurso de la historia se tratan temas como las terapias de conversión, el rechazo familiar y la homofobia, esto último tanto por parte de los heterosexuales, como parte de la misma comunidad gay, esa parte llena de prejuicios que tanto disgusto muestran sobre ciertos valores físicos y estéticos, así como de personalidad.

Claro que hay crítica en la historia y claro que tiene buenas intenciones en su mensaje, sin embargo, estos elementos positivos no son suficientes para una trama con contradicciones sobre la inclusión, además de chistes repetitivos e innecesarios sobre penes y testículos que no llevan a ningún lado.

La contradicción de la serie es que busca dar visibilidad a la comunidad LGBT+ y que todos sean observados como seres auténticos, como seres en libertad, pero a la vez la serie muestra a la mayoría de los heterosexuales (y por cierto, muy pocos) como villanos de la sociedad. ¿Qué quieren decir con eso? ¿Que todos los heterosexuales son malos y la comunidad LGBT+ son víctimas de ellos?

Se supone que la inclusión debería involucrar a todos y llegar a un mensaje de aceptación, en un tono más real donde los antagonistas de la sociedad sean los individuos llenos de prejuicios, tanto como ese representante heterosexual de gobierno que odia a las personas gays, así como ese homosexual que odia a los hombres femeninos. Cuidado porque agrupar a la mayoría de homosexuales como buenos y a la mayoría de heterosexuales como malos hace distinciones muy marcadas que no forman comunidad.

La historia hace alusión a situaciones contemporáneas como el uso de Tinder y el ser fan de artistas pop, entre otras cosas que pueden resultar familiares, y que apuntan a un humor ácido o humor negro. Desafortunadamente, luego la trama cae en unos convencionalismos absurdos con figuras repetitivas sobre bultos en la bragueta y otras cosas que no van a ningún lado, y hasta podrían verse como grotescas, pues no hay ninguna explicación para que aparezcan.

En definitiva, Super Drags es una serie animada regular, que apenas tiene cinco capítulos para desarrollarse. Esa misma duración la llevan a instalarse en lo intermedio, pero si no cuida sus errores terminará por caer al precipicio donde reinará lo ilógico, los chistes simplones y una construcción aburrida.

La serie con su buen objetivo de visibilidad y sus herramientas de crítica tiene la oportunidad de corregirse, de adentrarse de lleno al humor negro, pero necesita una mayor estabilidad en sus guiones. En su arranque es un tanto entretenida y la trama va creciendo cada capítulo, pero los baches en algunos chistes y las contradicciones también llevan a sentirla como prescindible en varios momentos.

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