Columna #202 | Frente a la pantalla por Richard Osuna
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‘Espíritus oscuros’
A lo largo de su filmografía, Guillermo del Toro nos ha planteado repetidamente la idea de que los monstruos son reales, pero no solo aquellos sobrenaturales, sino que también los humanos pueden ser sumamente crueles. Por ello, no resulta extraño que ambas manifestaciones de monstruosidad se presenten en Espíritus ocultos, la nueva película de terror que produce.
Bajo la dirección de Scott Cooper y basada en el breve relato The quiet boy, de Nick Antosca, la historia sigue a Julia Meadows (Keri Russell), una mujer que luego de muchos años fuera del pueblo en el que nació vuelve y se instala en casa de su hermano Paul (Jesse Plemons), el alguacil local. Julia trabaja como maestra y uno de sus alumnos, de nombre Lucas (Jeremy T. Thomas), despierta una curiosidad especial en ella.
Lucas es un niño reservado que ha perdido recientemente a su madre y ahora parece estar bajo el cuidado de su padre Frank (Scott Hazme). Sin embargo, el niño esconde un secreto bajo llave en casa, y pronto Julia y su hermano sabrán que los mitos no están tan alejados de la realidad como parece.
Espíritus oscuros es una película totalmente sombría protagonizada por gente rota. Es una historia que se va contando de manera paciente hasta volverse más feroz, y aunque no termina por explotar del todo el potencial de su historia, es lo suficientemente interesante para envolverte en su atmósfera y su narrativa.
Luego de la secuencia de inicio que nos presenta un acontecimiento esencial para entender el resto de la película, el tono de la primera media hora se vuelve un poco plano, pero inteligentemente va soltando detalles en cada escena. Sobresale aquí el trabajo del compositor español Javier Navarrete, pues a medida que la historia va creciendo, la música también se va volviendo más fuerte.
En Espíritus ocultos, el personaje de Julia pide a sus alumnos preparar un ensayo sobre mitos, sin saber que su vida alrededor está cerca de convertirse en uno. Aunque el pasado de ella la vinculan con la monstruosidad del hombre y la del pequeño Lucas está orientada a la sobrehumana, ambas podrían tener una moraleja en común y es que donde hay un grave problema las cosas “nunca van a mejorar”, una frase que se repite en un par de ocasiones.
Quizá otro de los defectos del largometraje es que los tormentos de Julia no se nos presentan de forma tan específica al espectador, pero al menos sirven para entender que tanto ella como su alumno deben lidiar con distintos espectros de la oscuridad, y al final terminan volviendo la lucha contra lo sobrenatural algo más para compartir.
‘El misterio del Soho’
La adrenalina y la velocidad de su última película de ficción Baby Driver quedan lejos para el aventurado director Edgar Wright, quien ahora nos lleva hasta distintos escenarios en Londres, para contarnos su thriller psicológico El misterio del Soho, desarrollado en dos tiempos: la actualidad y los años 60.
La historia sigue a Eloise Turner (Thomasin McKenzie), una chica que sueña con convertirse en diseñadora de moda, por lo cual debe mudarse de su pequeño pueblo a Londres. Eloise o Ellie [como le gusta que la llamen] tiene el mismo sueño que su madre, pero lamentablemente los problemas mentales de ella la llevaron al suicidio.
Cuando Ellie llega a Londres, su compañera de habitación Jocasta (Synnøve Karlsen) no hace más que burlarse de ella y sus orígenes. Por ello, la chica se va a vivir a casa de la señora Collins (última aparición de la fallecida actriz Diana Rigg), donde renta un cuarto. Allí, cada noche, Ellie se introduce en un aparente sueño que la lleva hasta los años 60 y la conectan con Sandie (Anya Taylor-Joy), una aspirante a cantante. Pero los problemas se hacen evidentes cuando la línea entre la realidad y los sueños se empieza a desdibujar.
El misterio del Soho es una cinta surrealista y vintage, con un poderoso soundtrack y un interesante diseño escénico y de producción. Sin embargo, su fácil resolución y el confuso desarrollo de su tratamiento feminista terminan opacando un poco el resultado general.
Tal como dice el famoso tema Downtown [versionado para esta película por Anya Taylor-Joy] la música del tráfico, los bonitos carteles neón y las luces brillantes están presentes en la ciudad, pero contrario a lo que se canta, la protagonista no podrá olvidar sus problemas, ni sus responsabilidades, y su paso por el lugar será más bien atormentado, sobre todo cuando los fantasmas comiencen a introducirse más y más en su vida.
Desde la primera parte de la cinta, el personaje de Ellie debe enfrentar a los acosadores, como el taxista que la lleva a su morada inicial en la ciudad, introduciendo un tema feminista que se vuelve recurrente más adelante con la línea de Sandie. Para esta segunda, quien aparentemente sería su salvador, Jack (Matt Smith), termina convertido en el principal villano de su vida.
Y cuando el resto de los hombres que dañaron a Sandie aparecen como espectros para Ellie, la duda de los espectadores se hace presente sobre la razón que vincula a las dos chicas y si todo se trata de algo sobrenatural o será un problema mental de la aspirante a diseñadora. La primera aparición de los fantasmas causa incertidumbre, pero las repetidas largas secuencias con ellos la vuelven un poco cansada por momentos. Así, las respuestas son retenidas hasta la parte final bastante predecible y que busca dar un giro a sus temas principales.
La puesta en escena, en especial de aquellas secuencias sin cortes que requirieron la sincronización de Mckenzie y Taylor-Joy son espectaculares. Pero ni el talento del par de actrices ni el resto del elenco pueden elevar tanto El misterio del Soho como logra su primera parte, reduciendo la totalidad a solo una entretenida propuesta. Y claro, habrá muchos satisfechos con ello.
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