
Columna #201 | Frente a la pantalla por Richard Osuna
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Tras varios años de ausencia, el aclamado director Denis Villeneuve (La llegada, Blade Runner 2049) está de regreso al cine con una nueva adaptación de la novela de ciencia ficción de Frank Herbert, Duna, historia que se convirtiera en un éxito literario y que se desencadenaría en una extensa saga. El poderío de dicha historia recae en un montón de elementos que van desde lo filosófico, lo político y el tratamiento de la ecología, hasta la aventura. Ahora, Villeneuve recoge todo ello para conjuntarlo en una magna obra cinematográfica, que se traduce en el arranque de algo realmente deslumbrante.
Hacer una sinopsis de Duna sin adentrarme en muchos detalles, pero que a la vez no sea tan sencilla resulta quizá lo más difícil de esta columna: la historia nos inserta a poco más de 10,000 años en el futuro y nos lleva hasta un imperio en la galaxia, donde la aparente humanidad ha evolucionado en muchos aspectos científicos e ideológicos.
Allí conoceremos a Paul Atreides (Timothée Chalamet), hijo del duque Leto Atreides (Oscar Isaac), este segundo un hombre al que se le propone dirigir el planeta desértico Arrakis, el único lugar que posee un valioso recurso conocido como “la especia”. Cuando Leto se traslada hasta allí con su mujer Jessica (Rebecca Ferguson) y su hijo Paul, la Casa Atreides se enfrentará a la traición de sus enemigos. Es entonces cuando el joven heredero tendrá que trasladar a los hechos la preparación y formación con la que hasta ahora había sido instruido.
Duna es una de las experiencias cinematográficas más interesantes del año, hipnótica y vibrante a nivel visual, y épica con su enorme banda sonora.

Como nacimiento de una historia con posibilidad a continuar, la también subtitulada como primera parte nos expone durante su primera hora a un lenguaje propio y varios tecnicismos, que personalmente mentiría si afirmara que entendí todo desde el primer momento. Evidentemente, ello forma parte de su carta de presentación e introducción para conocer el mundo que nos presentan, y su rompecabezas, poco a poco armado, también harán que muchos de los espectadores quieran repetir la película, en el buen sentido.
Posteriormente, la siguiente hora y media del largometraje nos lleva a escenas dinámicas, llenas de acción y donde el héroe interpretado por Chalamet tendrá que aprender a interpretar sus sueños y poner en marcha los aprendizajes que le compartieron sus maestros. La aventura desatada en esta parte termina dinamitando el combo completo que es Duna: en un inicio nos lleva en la exposición de su problemática y de situaciones mayormente complejas, para luego envolvernos de lleno en su adrenalina.
Teniendo Villenueve como trabajos precedentes La llegada y Blade Runner 2049, esta segunda ganadora de los Óscar como mejor fotografía y mejores efectos visuales, no resulta una sorpresa que el cineasta vuelva a repetir la calidad de estas áreas, sumado al excelente trabajo de diseño de producción y la envolvente música de Hans Zimmer, completando un producto que no puede tener mejor ventana que la pantalla grande. En los últimos meses venimos de propuestas más sencillas y comerciales de cine, y toparse con Duna es algo para salir asombrado de las salas de proyección.
En definitiva, Duna es un producto minucioso y pulido para celebrarse, así como un gran regreso del cine de ciencia ficción a la pantalla grande. El éxito en taquilla que suponga su exhibición en las salas de cine terminará por dar luz verde a una secuela, y por las cifras manejadas hasta ahora parece estar cerca de ocurrir. Por ahora, podemos ser testigos de las primeras pinceladas de un proyecto poético y con toques legendarios, que de continuar no haría más crecer lo ya logrado.
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