Columna #197 | Frente a la pantalla por Richard Osuna
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Luego de más de un año y medio, con un retraso ocasionado por el mayor villano del mundo actual, el covid-19, la inigualable serie británica Sex education regresa con su esperada tercera temporada, esta vez encaminando la historia a una narrativa más íntima que nunca y donde queda claro el crecimiento de sus personajes adolescentes.
La tercera temporada arranca con un nuevo curso en la escuela Moordale. Otis (Asa Butterfield) y Maeve (Emma Mackey) no se han comunicado durante el verano, pues Otis cree que ella simplemente decidió ignorar la nota de voz donde le habla de sus sentimientos y desconoce lo que en verdad ocurrió. Asimismo, él mantiene una relación de sexo casual con una de las personas más populares de la escuela: Ruby (Mimi Keene).
Por si eso fuera bastante nuevo, la escuela es el lugar que tendrá mayores cambios. Hope Haddon (Jemima Kirke) llega como la nueva directora de Moordale, para sustituir a Michael Groff (Alistair Petrie), quien fuera despedido después de los escándalos que llevaron al instituto a ser señalado por la prensa como “la escuela del sexo”. Pero las ideas anticuadas impuestas por Hope provocarán una mayor revolución entre los alumnos, tanto que incluso Otis y Maeve se plantean regresar sus terapias.
La tercera temporada de Sex education presenta pocas novedades en cuanto a la forma de contarse, pero esto lejos de ser algo malo es algo de reconocerse, pues es una de las pocas series que puede presumir en seguir intacta y maravillosa desde sus inicios. La mayor evolución vendrá de las narrativas de los personajes y su paso a la madurez.
Hace poco más de dos años y medio escribí en la columna 39 sobre la primera temporada de esta serie, y en aquel momento señalé que una de sus mayores virtudes era su inteligente paso de la comedia al drama, y su capacidad para que tanto las tramas principales como las secundarias mantengan siempre un desarrollo. Esa definición es algo que se podría repetir en cada una de sus temporadas, y es que cada capítulo de esta producción tiene algo que contar, y cuando algo hace falta, no dudan en incorporar nuevos personajes, como esta ocasión ocurre.
En las anteriores entregas nos hemos enamorado de la mayoría del elenco, pero esta ocasión los personajes de Adam Groff (Connor Swindells) y Ruby Matthews (Mimi Keene) brillan con luz propia. Con Adam cada vez nos situamos más lejos de aquel problemático chico de la primera temporada, y ahora cada vez lo admiramos más por su empeño de querer expresarse y crecer; mientras que con Ruby, es la primera vez que su narrativa se desnuda para hablar más de ella y su vida. Contrariamente, esta es la primera ocasión que nuestra querida Jean Milburn (Gillian Anderson) luce un poco menos, pero en ningún momento dejando su línea estática.
En definitiva, aunque el sexo sigue siendo un enfoque central de la serie (basta con ver la secuencia de inicio), esta temporada se vuelve mucho más madura y adulta que sus anteriores episodios. Mientras que en las entregas pasadas conocimos la historia de los personajes y su relación con ellos mismos y su cuerpo, esta vez ahondaremos más en cómo conocerse de esta forma les permite entenderse y conectar más con sus parejas, amigos, hermanos y padres.
El sexo y la sexualidad no es una condición aislada y hemos entendido que los problemas con ello pueden ser un reflejo de nuestras relaciones, creencias o vivencias. La tercera temporada de Sex education es tan maravillosa y puntual como sus predecesoras y todo nos encamina a un final sumamente conmovedor y con sabor a despedida. Aunque esperamos que sea pronto cuando anuncien la renovación para una cuarta parte.
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