Luego de varios años alejado del género de terror (tras El conjuro 2), el director James Wan regresa con la historia original Maligno, y con la que busca algo diferente a lo logrado en las exitosas primeras entregas de La noche del demonio y El conjuro. Y ya de entrada lo logra en la percepción de la película, pues mientras aquellas cintas lograron mayormente el aplauso del público y la crítica, su nueva apuesta llega dispuesta a dividir a la audiencia.
Maligno comienza en los años 90, cuando la doctora Florence Weaver (Jacqueline McKenzie) cuenta en un video las problemáticas que vive, junto a un par de colegas, con un caso muy especial que atienden. Gabriel, su paciente, ha adquirido poderes especiales y la única forma de controlarlo es “extirpar el cáncer” que padece. Pero las cosas no serán tan fáciles como prevén.
Años más tarde conocemos a Madison (Annabelle Wallis), una mujer embarazada que tiene que enfrentar la violencia que su pareja Derek (Jake Abel) ejerce sobre ella. En una noche inesperada, comienzan a suceder eventos extraños en la casa, y pronto Madison se da cuenta que tiene la posibilidad de tener visiones con terribles asesinatos que ocurren en la ciudad. Por ello, Maddie deberá hurgar en su pasado para encontrar las respuestas de qué es lo que la vincula con esos crímenes.
James Wan se aleja en gran medida del terror más tradicional de El conjuro y La noche del demonio para entregarnos un festival gore lleno de giros en la trama, y muchas veces tan extraños que son capaces de provocar sensaciones tan diferentes que van desde la sorpresa, la emoción y los nervios, hasta la duda, la risa y la decepción.
Al igual que en su cinta El títere, Wan nos lleva a través de dos líneas: por un lado, un protagonista que debe indagar en las pistas a su alcance para conocer una verdad y por el otro, un policía que cree está en medio de una investigación habitual. Al final, ambas partes quedan situadas en un fenómeno sobrenatural.
El director no se despoja por completo de los sustos tradicionales y la primera parte resulta bastante convencional (con todo y una escena de Gabriel fusilada de una de las secuencias más recordadas de La noche del demonio). Sin embargo, conforme la historia avanza va adquiriendo un tono visual y estilístico que toma prestado de obras como Suspiria, pero que a nivel narrativo y coreográfico no sabes si estás viendo Matrix.
Probablemente, uno de los mayores errores de la película son los personajes y el propio elenco que da vida a estos. Los distintos personajes llegan a sentirse mal planteados, empezando por el personaje de Annabelle Wallis que pasa por muchos momentos de desconcierto y choques emocionales, y cuando hay que delegar la trama al detective Kekoa Shaw (George Young) o Sydney (Maddie Hasson), hermana de Madison, estos resultan poco interesantes. Además, surge el hecho curioso que todos son presa fácil de Gabriel, excepto estos dos.
James Wan ha comentado que no le gusta seguir haciendo lo mismo durante muchos años, de ahí que las sagas creadas por él como las varias veces citadas El conjuro y La noche del demonio sigan su camino sin su visión desde la tercera entrega. Y después de esas fuertes apuestas o hasta Aquaman, el director puede darse el placer de hacer un experimento y satisfacerse a sí mismo si es lo que le importa, pero desafortunadamente Maligno no terminará por ser convincente para toda la audiencia.
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