Columna #81 | Frente a la pantalla por Richard Osuna
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Cuando parecía que todos los tópicos telenoveleros se habían utilizado en Las chicas del cable, llega una cuarta temporada con más lugares comúnes como pérdidas de memoria, chantajes, encarcelamientos injustos, mentiras, problemas amorosos y las fechorías de una villana que no conoce su fin.
La cuarta temporada de esta serie española original de Netflix arranca tiempo después de la explosión en el final de la temporada anterior, cuando la empresa de telecomunicaciones se ha restaurado y se ha vuelto a levantar. Por su parte, Carlota (Ana Fernández) se lanza a la alcaldía de Madrid en 1931, cuyos principales objetivos apuntan a la despenalización de la homosexualidad y la igualdad de la mujer.
Las dificultades llegan cuando un crimen tiene en la mira a Carlota como principal sospechosa, y es a partir de entonces cuando sus entrañables amigas Lidia (Blanca Suárez), Ángeles (Maggie Civantos), Marga (Nadia de Santiago) y, por supuesto, su pareja Sara/Óscar (Ana Polvorosa) deben intervenir para ayudarla. Mientras tanto, las chicas también deberán enfrentar sus problemas personales.
Esta nueva tanda de capítulos nos traslada a otra época: La República. Este periodo estuvo marcado por el final de la monarquía y por el inicio de un régimen democrático. En esta continuación nuevamente vemos a un grupo de mujeres que luchan por sus derechos y por ser tomadas en cuenta para puestos de mayor rango. Se nos presenta la lucha de Lidia, Ángeles, Marga y Carlota por ser reconocidas por su valía, y orientando a la gente a no ver a alguien del sexo femenino como una persona por debajo de los hombres.
La cuarta parte de esta serie tiene un grave problema, y no es para nada usar los tópicos telenoveleros que hemos visto desde el principio, el problema es que se ha vuelto muy repetitiva, predecible y la mayor parte de estos capítulos resultan bastante planos y hasta aburridos. Pareciera que todo el ingenio del que gozó las dos primeras temporadas se ha estado perdiendo en el camino y sin vuelta atrás.
Es como si a los responsables de esta producción les resultara muy difícil sostener la trama que incluso hasta la duración de los capítulos es menor a las primeras temporadas y aquí tenemos los dos capítulos más breves de toda la serie, que no llegan ni a los 40 minutos.
Las chicas del cable necesita algo para revivir y eso es simplemente arriesgarse, dejar de lado los temas repetitivos. Ni siquiera hay cosas tan básicas como besos, cachetadas o escenas de pasión que nos provoquen emociones por los personajes, todo simplemente ocurre de una forma bastante gris. En pocas ocasiones se puede sentir un poco de expectativa, cosas que ocurren hasta los dos últimos episodios.
Pero no todo en la cuarta temporada es malo. De nuevo nos sumergimos en una maravillosa ambientación, un gran diseño de arte y unos vestuarios estupendos que, como siempre, están de lujo. Además aún hay varios personajes interesantes que con un cambio o empujón pueden volver a funcionar. Curiosamente la serie también siempre se las ingenia para dejar unos finales de temporada con ganas de querer más.
En definitiva, Las chicas del cable 4 es la peor temporada de la serie, pero aún tiene la oportunidad de retomar las características que la distinguían en sus primeras temporadas: la agilidad, la pasión y las intrigas sencillas pero emocionantes. Otra temporada tan simple y la serie terminará por caerse. Y mucho ojo a la última escena del último capítulo, el personaje de Lidia cuenta sobre qué tratará la quinta temporada.
Y un detalle más para los lectores de esta columna, en 81 columnas, esta es la primera vez que se repite una serie o película. Justamente la columna 24 corresponde a la tercera temporada de Las chicas del cable, lamentablemente con un panorama mucho más positivo al de esta cuarta parte.
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