Frente a la pantalla: Crítica a ‘Midsommar: El terror no espera la noche’

Columna #89 | Frente a la pantalla por Richard Osuna
Instagram: @beepbeeprichiemx | FB: Divagadas presenta Richard Osuna

Después de un largo tiempo de espera, este fin de semana llegó Midsommar una cinta tan iluminada visualmente, pero oscura y retorcida en su guion, alejándonos del terror convencional para mostrar una película de horror a través del estrés emocional, lo cual será muy difícil de comprender para cierta parte del público.

La cinta es dirigida por Ari Aster, quien el año pasado sorprendió con su debut en largometraje con Hereditary, la mejor película de terror del 2018. Aster se aleja del terror de su anterior proyecto, aunque se distingue su presencia.

La historia sigue a Dani (Florence Pugh), una chica que ha sufrido una situación difícil que involucran a su familia y a su hermana bipolar. Posterior a esa pesadilla, Dani se adentra en un viaje hasta una pequeña comunidad sueca, a la que son invitados por Pelle (Vilhelm Blomgren), un amigo de su novio Christian (Jack Reynor). Al viaje también asisten Josh (William Jackson Harper), un joven que busca crear su tesis a partir de ese lugar; y Mark (Will Poulter), un chico que busca conseguir algo de diversión y placer.

Así, la experiencia que inicialmente comienza como una travesía hospitalaria se convierte en una celebración llena de rituales cada vez más extraños y difíciles de asimilar. La claridad y las flores dejan de ser reconfortantes para tornarse perturbadoras.

Midsommar nos enfrenta a dos líneas diferentes. Por un lado, nos transportamos a un sitio lleno de tradiciones folclóricas pero llenas de horror para quien está dispuesto a vivirlas; por otro lado, seguimos una relación de codependencia emocional de una pareja amorosamente fracturada, con un novio egoísta, fríamente despreocupado, y una chica marcada psicológicamente.

Aster nos lleva hasta Harga en forma de espiral inversa. Más allá de alejarnos del punto central, partimos del exterior en Estados Unidos, en una localidad fría y nevada, para luego llegar al punto focal, el pueblo de Suecia, caluroso, veraniego, y donde el sol se pone pocas veces cada día. Sabemos que una vez dentro ya no habrá escapatoria.

Visualmente, la puesta en escena es maravillosa. La producción detrás del arte y el diseño verdaderamente se esmeró por formar un espacio lleno de mitos e historia, donde sus componentes tienen desde un libro sagrado como su Biblia y escritura propia, hasta dibujos en las paredes y tallados en las piedras. Música, danza, cantos y más tradiciones.

Esta cinta de terror cuenta con la maravillosa actuación de Florence Pugh como protagonista, cuyos sollozos y lamentaciones, a veces utilizados para crear una sensación enloquecedora con el sonido, llegan a recordar un poco la experiencia traumática de Toni Collette en Hereditary.

Quizá el pero más concreto que se le puede encontrar a la película es la larga duración. Es evidente que el tiempo empleado no es vano, y por supuesto que es bien usado para mostrar la psicología de los personajes y las costumbres entre los habitantes de Harga, pero quizá de ser un producto más concentrado, la sensación de asombro, y las pesadillas pudieron ser aún más escalofriantes.

En definitiva, Ari Aster nos vuelve a proponer una atmósfera inquietante donde los problemas interpersonales y los conflictos externos van de la mano para crear un terror más amenazador. El talento del director está en situarnos en situaciones provocadoras.

Midsommar aterra emocionalmente, provoca impresión, disgusto, incluso asco. La cereza de este pastel es que constantemente nos está mostrando situaciones horrorosas rumbo a un final interesante, donde el personaje interpretado por Pugh parece encontrar su sentido de pertenencia y es capaz de confrontar su realidad.

Sé el primero en comentar

Dejar una contestacion

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.


*