
Columna #171 | Frente a la pantalla por Richard Osuna
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Los prejuicios siempre están presentes en nuestra sociedad. Tal es el caso de aquellas personas salidas de la cárcel a quienes es más fácil señalar o creerlos incapaces de tomar responsabilidades, antes que de darles una segunda oportunidad. O también están aquellos seres a quienes por su forma de actuar diferente a lo que la sociedad ha establecido como normal llegan a ser víctimas de ataques. Precisamente en esos dos grupos entran los protagonistas de Palmer, la nueva película dirigida por Fisher Stevens y que ha llegado a Apple TV+.
La historia sigue a Eddie Palmer (Justin Timberlake), un hombre que queda en libertad condicional tras 12 años en prisión. De regreso a casa, llega a vivir con su abuela Vivian (June Squibb), una amable mujer y comprometida con la iglesia. A menudo, la mujer se hace cargo de Sam (Ryder Allen), un pequeño niño queer e hijo de la vecina Shelley (Juno Temple), quien tiene problemas con las drogas.
Shelley simplemente desaparece un día junto a su amante, cosa que sucede con regularidad, y cuando Sam se queda viviendo bajo el techo de la abuela, Palmer no se siente convencido. Para el hombre resulta difícil entender la enorme fascinación del niño por las hadas, las princesas, las muñecas y otras actividades socialmente asociadas para las niñas. Pero pronto, la relación entre ambos se va haciendo más estrecha, adquiriendo una condición paternal y donde Palmer estará dispuesto a defender al niño de todos aquellos que lo molesten.
A pesar de que la premisa de Palmer no es precisamente novedosa y aunque el desarrollo de argumentos a veces no adquieren tanta profundidad o se quedan a medias, son precisamente los temas que pone sobre la mesa y la buena química entre Justin Timberlake y Ryder Allen lo que terminan convirtiendo la película en un drama encantador y bastante entrañable.
El también cantante ofrece una de sus actuaciones más interesantes dentro de su filmografía, dando vida a un hombre de carácter fuerte, reservado en muchos momentos y también temperamental. Pero mientras su personalidad podría tornarse dura, en contraste aparece Allen, un pequeño encantador que es todo un descubrimiento y recuerda a otros talentos infantiles de los últimos años como Jacob Tremblay, que a su corta edad saltó a la fama gracias a sus grandes capacidades actorales.
El tratamiento de la identidad de género es una de las partes más importantes de Palmer, y el tema logra un bordado grato gracias al carisma, la chispa y la ternura que el actor de nueve años impone en escena. No es en vano su nominación anunciada esta semana en los Critics Choice Awards, como Mejor actor o actriz joven.
La cinta tiene un estilo visual parecido al del cine independiente, dejando poco margen para interesarnos por otros aspectos que no sean los personajes y sus actuaciones. Y en ese sentido, al menos sus protagonistas son capaces de captar toda la atención, en un largometraje de poco menos de dos horas que tampoco pierde el ritmo nunca.
En definitiva, aunque Palmer tiene un arranque familiar a otras películas, el progreso de la historia va terminando por conquistar y dejando al final una sensación de agrado que dejará indiferentes a muy pocos. La película es el encuentro de dos personas diferentes, que en muchas ocasiones se encuentran rechazados a ojos de la sociedad que los rodea, pero que juntos encuentran el calor del afecto y de entenderse el uno al otro.
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